El 01 de mayo se estrenó Hollywood. Una serie para Netflix que muestra cómo un grupo de actores y cineastas persiguen el éxito en la edad dorada de la industria del cine durante la post guerra.
Un mes después pude verla y más allá de elogiar la serie tengo que hablar de un hecho que llamó particularmente mi atención. En el segundo episodio, Roy Fitzgerald, un joven homosexual aspirante a actor conoce al agente Henry Wilson, quien acepta convertir a Roy en una estrella a cambio de que él se someta a los deseos sexuales de Wilson.
A pesar de que tengo claro que es una serie de ficción pude sentir el temor y el asco del personaje al verse abusado de esa manera solo por querer cumplir un sueño.
Gracias a Dios que es solo una serie de ficción y eso no pasa en la vida real… Pero, recordé que en 2016 el presidente y fundador de Fox News, Roger Ailes fue denunciado por acoso sexual a varias de sus colegas; lo que provocó su renuncia y luego se estrenó en 2019 una película sobre el caso.
Y un año más tarde tras las denuncias de acoso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein, se desató en Twitter el movimiento #MeToo, con cientos de miles de denuncias de abuso y acoso sexual en la industria del cine, la música, las artes y la academia.
Me sentí aliviado de que eso estuviera sucediendo lejos de mí, en la ficción del cine o la televisión y en entornos que no eran los míos; pero, lo que más me hizo sentir aliviado fue el hecho de que no me estuviera sucediendo a mí, a un hombre gay de 27 años, que los gais no tuviéramos que enfrentar esas situaciones de acoso y abuso solo por ser homosexuales como si lo tienen que hacer las mujeres por el hecho de ser mujeres… Un momento, ¿en serio los hombres gais no vivimos este mismo tipo de situaciones?
Año 2013. Pereira, capital del departamento de Risaralda. Un hombre homosexual llega a un sauna. Explora el sitio y al sentirse acosado decide marcharse del lugar, pero un grupo de hombres se lo impide, lo llevan a un cuarto oscuro y lo violan, no una, sino varias veces. Y todo porque alguien dio por hecho que un hombre gay tiene la obligación de aceptar todas las insinuaciones sexuales que le hagan y más si está en un sauna.
Año 2019. En Manizales, un hombre gay, con expresión de género queer camina por una avenida en la noche rumbo a su apartamento. Va maquillado y lleva falda. De la nada aparecen dos hombres que le empiezan a gritar y a perseguirlo.
En un tuit, él cuenta que por primera vez en su vida sintió miedo de ser quien era mientras lo perseguían y lo intimidaban con insultos. Y todo porque alguien dijo que si un hombre con una expresión de género diferente a la “normal” camina por una avenida en la noche, es porque le gusta que le griten cosas cuando está en la calle.
Año 2020. Un gay entra al baño de un centro comercial. Un señor que está en el orinal junto al de él empieza a mirarle el pene mientras orina. El señor se baja el pantalón y le muestra las nalgas sin dejar de mirarlo. El primero, lleno de miedo sale corriendo del baño y del centro comercial, se sube al primer bus que pasa sin importarle si es el que pasa por su casa. Cuando llega y por fin se siente seguro lo único que es capaz de hacer es llorar. Y todo porque alguien creyó que si un hombre gay entra a un baño público a orinar quiere que le miren el pene mientras lo hace y se le insinúen.
¡Carajo, a nosotros también!
A los hombres gay también nos acosan y nos abusan solo por el hecho de tener una orientación sexual distinta a la heterosexual. Nos acosan en la calle, en los baños, en el trabajo, en la universidad, solo por ser homosexuales.
¿Quién dijo que por el hecho de vivir nuestra sexualidad de una manera distinta a la heteronormativa queremos que nos vean como objetos sexuales que caminan? Porque con esa lógica funciona el machismo contra nosotros los hombres sexualmente diversos: si ellos estaban en esos lugares y en esas circunstancias era porque querían que les pasara lo que les pasó.
Si un gay entra a un sauna es porque está buscando que se lo cojan, y no una sino cuantas veces sea posible, porque eso es lo que quería. Si un gay camina por una avenida en la noche vestido de mujer y maquillado es porque le gusta que los desconocidos lo intimiden por maquillarse y usar falda, porque eso es lo que quería. Si un gay entra a un baño público a orinar es porque quiere que le vean el pene mientras orina y se le insinúen, porque eso es lo que quería.
Estoy seguro que ninguno de ellos 3 quería sentir ese miedo y esa impotencia de no poder hacer nada cuando los acosaron, porque no era lo que estaban buscando. El chico del sauna en Pereira solo quería conocer un sauna y desconectarse del mundo en medio de un momento difícil en su vida; el que caminaba por la avenida maquillado y con falda solo quería llegar a su casa para descansar; el que entró al baño de un centro comercial lo único que quería era orinar tranquilo como cualquier otra persona.
Si me preguntan que si estoy seguro de eso digo sin temor a equivocarme que sí, porque los conozco, y estaba muy equivocado al pensar que la historia de Hollywood, el escándalo de Fox News y las denuncias del #MeToo estaban muy lejanas a mí y a mi entorno; porque el man del sauna es mi actual novio, el que caminaba por la avenida es un colega periodista y excompañero de la universidad, y el del baño del centro comercial soy yo.
A nosotros 3 también nos pasó. Como le ha pasado a cientos de miles de mujeres alrededor del mundo, nosotros los hombres gais también hemos sentido temor de simplemente ser nosotros mismos.
Si algo aprendí del movimiento #MeToo es que el feminismo no es una lucha de hombres contra mujeres. Es una lucha de la sociedad entera contra el machismo; contra los abusos y los acosos sexuales, contra los crímenes motivados por la identidad sexual y de género, contra la violencia.
Si bien históricamente han sido las mujeres quienes han sido las principales víctimas del machismo, los hombres también nos enfrentamos a él, principalmente los hombres sexualmente diversos, homosexuales, bisexuales, trans, no binarios, queer; también nos acosan, nos intimidan, nos menosprecian, nos violan, nos matan. Y como población LGBT deberíamos aprender tanto de la sororidad del feminismo, porque como me dijo un día una feminista que pudo compartir con las mujeres zapatistas: “no te invito a que luches mi lucha, sino a que no dejes de luchar”.
Es momento de que entendamos que no son las mujeres por un lado, los gais por el otro, las y los trans por otro; sí, todos tenemos luchas y causas diferentes, pero al final todas y todos tenemos el mismo objetivo: poder ser quienes queramos ser sin sentir miedo porque finalmente a nosotros también nos pasa.