Pensaría que Mark Simpson nunca llegó a imaginarse el alcance de la creación del término “metrosexual” y lo que implicó para el género masculino. Creó un referente de un hombre que muchas y muchos deseamos, aquel que se cuida, que se preocupa por todo en la vida, desde su peinado hasta por lo que lee.
El término metrosexual nos dio herramientas para transgredirlo. Ahí es donde nace el “fofisano”, aquel que no descuida su salud, su físico y su estética pero tiene algo de grasa en el abdomen; el “lumbersexual”, el hombre con pinta de leñador y cantante de neo-folk; y el “normcore”, el individuo que “va de normal”.
El comportamiento masculino ha visto cambios deslumbrantes desde la preocupación del mercadeo por los estilos de vida. Por ello es que necesitamos teorizar los comportamientos y adaptarlos a nuestra realidad para colocarlos como tendencia y generar patrones de compra.
En medio de todo el estruendo el mismo Mark Simpson trajo un nuevo término a nuestro vocabulario. Se trata del spornosexual, “este tipo de hombre que va al gimnasio de día, ve porno en la noche y valora más el cuidado de su cuerpo que su ropa”, explica Simpson.
La revista Vogue España lo tipifica de una manera más precisa:
Todos son adictos a las pesas, a comer pollo con arroz hervido y a dejarse esa barba de náufrago que no terminamos de saber si nos gusta o no podemos soportar. Todos han abandonado el ‘lookhipster’ para usar camisetas que parecen necesitar un buen lavado, pantalones de montañero y botas Camper –sí, una combinación horrible que no sabemos cómo, ellos han conseguido dignificar–.
En el mundo gay hay muchísimos referentes, porque más de uno ha tenido esas ínfulas de actores porno y asumiendo su estética. Tanto así que se han creado sitios web para poder observarlos más profundamente y quitarles el pantalón (de echo no se los quitamos, ellos se los quitan solos y hasta se dan autoplacer ante las cámaras).
El futuro entonces está en los gimnasios y no en la búsqueda de tendencias.