Han transcurrido 40 años del movimiento LGBTI en Colombia y se siente que quedan cortos tantos sacrificios y batallas jurídicas realizadas en un país costumbrista y con arraigados principios religiosos, donde queda mucho camino por recorrer.
No obstante, es importante reconocer la labor de quienes han hecho posible, aun en contra de una mayoría predominante, la reivindicación de los derechos de la población sexualmente diversa.
En el año 1996 se emitió la primera sentencia antidiscriminatoria T-077/16 que castiga cualquier maltrato físico o psicológico contra la población sexualmente diversa, pero fue solo hasta el año 2005 que la Corte Constitucional comienza a reconocer realmente a esta población, dejando para la historia una década que ubica a Colombia como uno de los países con mayores avances en la reivindicación y el reconocimiento de los derechos de la población LGBTI en América Latina.
Desde el año 2007 se legalizan las uniones maritales de hecho, y por tanto los derechos patrimoniales en la sentencia C-075/07 se reformaron para dar vía libre a la afiliación de las parejas del mismo sexo al sistema de salud. Posteriormente, con una nueva sentencia T-856/07 se establece que si uno de los integrantes de la pareja fallece, el otro tendría acceso total de su pensión.
En 2011, nuevamente la Corte Constitucional vuelve a dar un espaldarazo a la población LGBTI, al reconocer que las parejas homoparentales en la sentencia C-577, sí constituyen familia y le dio un plazo de dos años al Congreso de la República para que legislara sobre el tema, sin embargo el tiempo se cumplió, y no fue posible que éste lo hiciera.
Tres años más tarde, en el marco de un Estado laico que reivindica un concepto mucho más amplio de familia, se abrió la puerta para que en 2015, por una nueva sentencia C-814/01 de la Corte, las parejas del mismo sexo pudieran adoptar, en primera instancia si uno de los integrantes de la pareja era el padre o la madre biológica del niño o la niña, y posteriormente a acceder a la posibilidad de adoptar sin restricción alguna.
Solo fue hasta el 2016, luego de muchísimas peripecias jurídicas, que se escala un peldaño muy grande para la población diversa, logrando instaurar el matrimonio igualitario, lo que ubica a Colombia en el grupo selecto de los 26 países que reconocen este derecho en el mundo.
La agenda no se ha limitado a la población de gais y de lesbianas. La población Trans se ha visto igualmente visibilizada y se han logrado significativos avances en su reconocimiento identitario legal, aunque sus derechos siguen siendo violentados, especialmente en temas como la salud y el empleo, y continúan siendo el principal foco de discriminación y homofobia en Colombia.
Estos son sólo algunos de los derechos que se han alcanzado gracias a las presiones de diferentes grupos activistas LGBTI, entre los que se destacan Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Santa María Fundación, así como un grupo importante de líderes y lideresas, que han logrado incidir dentro de la agenda política y social del país, para implementar políticas públicas y generar mayores espacios dentro de cada uno de los mecanismos de participación ciudadana.
Sin embargo, la violencia contra nuestra población continúa. Según un informe realizado por Colombia Diversa en 2016, desde 2012 hasta 2015, se han presentado más de 400 casos de homicidios a personas LGBTI, principalmente en los Departamentos de Antioquia, Cundinamarca y Atlántico, todos a causa de la homofobia, bifobia o transfobia. Estas cifras son alarmantes, en especial para un Estado donde la vida es el principal derecho contemplado en su Constitución.
Por ello, además de avanzar en el desarrollo de una agenda social y política, si se quiere incidir positivamente en la disminución de cualquier caso de agresión, lo primero es denunciar. Si no hay denuncia, lamentablemente estos casos no existen para un Estado como el nuestro.
Cuidarnos es tarea de todos y vivir dignamente es un derecho constitucional. Y aunque se avecinan tiempos difíciles para la población LGBTI de la región, cada vez hemos demostrado que nuestra valentía, fortaleza e ímpetu, nos hace dignos de seguir librando muchas batallas que aún nos faltan por ganar.