Regrese la mirada a sus heridas aún tiernas, a sus rodillas, a los pies lastimados. No parecía haber escapado de la congregación sino de un campo de concentración (Me sale en verso y sin embargo no encuentro la diferencia) Algo en él me decía que este momento era resultado de una decisión determinante para ambos.
Jorge alzó con su mano mi mentón hacia él, una sonrisa, una mueca, algo me quería decir, el tiempo se atestiguó en mi reloj, el espacio se ensanchaba con la tenue luz que entraba por la ventana y los agujeros. -El momento en que hablo ya está lejos…- dijo, con su voz gruesa y sofocada. Lentamente me recostó a su lado, cara a cara sobre las almohadas, pasó su mano por mi rostro, acariciándome, cerré mis ojos y me estremecí por completo.
-Hay un dios que todo lo ve Daniel, que conoce la miseria humana, la tristeza y la soledad, este dios hace presencia cuando es necesario, lo mejor de todo es que concede milagros que se creen imposibles- el silencio gobernó por varios segundos. Ojos Azules y avellana, iluminándose de luz exterior. –Estoy muerto…- mordió sus labios y comenzó a llorar, sus ojos se apagaron de momento. No podía creerlo, me entristecí mucho por él, por sentirse muerto, y por mí. Bajó su cabeza hacia la desnudez, lloraba con una mueca de ternura. Sentí la suavidad de su piel adherida a la mía, tan suave, una onda de vapor, era la humedad, eran las razones, su alma. Lo abracé, le tomé el rostro entre mis manos y miraba sin poder comprender.
Estaba confundido obviamente. Tomé sus manos, pero ahora era yo quien tenía frío, como cuando Él arribó hace unas horas. –Cuando te fuiste, sin dejar rastro…enloquecí, entré en una profunda depresión, era más que evidente que estaba enamorado de ti… eso implicaría un escándalo- Me hablaba como narrando una historia corriente, común.
– Y, ¿Qué pasó? ¿Te cuidaron en la enfermedad? ¿Qué pasó contigo?- comencé a vivir y sentir cada una de sus palabras, pero también me sentía responsable, culpable. – No Daniel, quise escapar, no confiaba en nadie. El hermano que atendía a quienes enfermaban había recibido “órdenes superiores”: tenía que drogarme hasta perder la consciencia, me estaban matando a cuotas. Ellos tenían miedo, temían que yo no tuviera miedo sino de haberte perdido, y que escapara gritando los horrores de esa “formación” eclesiástica tan corrupta, de sus secretos camuflados bajo sus colores. – Jorge me hablaba y en sus ojos percibía mucho odio, rencor, un lado que no conocía de él. -…aquello de la obediencia perfecta a los superiores, manipulándonos a su antojo, eso que nos prohibían como símbolo de amor a Dios…., todo eso que la comunidad decoraba con sus mantos y sus plegarias, sus pecados aberrantes, todo lo que iba en favor de su cochina moral-. Estaba espantado de escucharle decir lo que nadie quiso decir – Pero recuerda algo, te hablo de ellos, de los hombres de la iglesia, no de Dios, pero la diferencia está lejos de ser conocida, Tú lo sabes, ahora-
Estuvimos en silencio durante varios segundos, nuestros cuerpos permanecían calientes, sin embargo mis manos estaban heladas. La luz se desbordaba cada vez más por la ventana, atravesando los cristales, atravesándolo, a Jorge.
-¿Por qué me encontraste apenas hoy? ¿Dónde te escondían? Por Dios, Jorge, lamento mucho haberte lastimado, todo fue mi culpa…- Jorge se acercó más a mi cuerpo, a mi rostro, sentía su respiración, inhalaba todo lo que salía de él. –Nunca pude escapar, me encerraron en un calabozo en la cripta del monasterio, un calabozo escondido del mundo, de todo. Me mantuve con vida durante 6 días, nadie regresó a verme, me convertí en un secreto impenetrable, en un olvido desgarrador. Morí desahuciado…- Impávido, no daba fe a sus palabras, estaba completamente confundido, ¿estaba soñando?
Me explicó que ese dios que cumplía milagros se acercó a él cuando su aliento de vida estaba por fenecer. Me contó que ese dios le ofreció una sola alternativa para volver a verme. Sólo si le entregaba su alma le concedería un momento conmigo, un instante que jamás creyó posible: “amanecer juntos, en amor y libertad”; que no lo hizo esperar 6 años, que fueron solo 6 días, en los cuales le habló como un amigo. Le contó otra versión de la creación, una menos increíble pero más acertada; le contó de cuando fue desterrado, de lo que se le hace responsable, de los males que le adjudican y las cosas buenas que le exoneran. Le contó que su reino estaba en la oscuridad, y que eso era mejor porque en la oscuridad “nada” y “nadie” es lo mismo, y de esa manera se impartía justicia. Que no participa de los actos crueles de la humanidad, pero sí de su redención, haciendo justicia donde los demás solo buscan responsables.
Sin lugar a dudas era el ángel más hermoso que había visto, me dijo también que su morada no es lo que describen, interpretan o dibujan, que el verdadero “infierno” fue lo que padeció en manos de los cruzados de Dios.
¿Qué sucedería con Jorge después de partir de mi habitación? El ángel lo reclutaría a su ejército. ¡Vaya ejercito de miserables! con alas y bañados en belleza, masificando la popularidad, la leyenda de un dios que tiene palabra, que tiene corazón para manifestarse con hechos y no con rimbombantes sacramentos, prostituidos.
No somos hombres dibujados con el mismo pincel sobre un mismo lienzo, pero me enamoré de Jorge, y Jorge se rindió a mi amor, a mi belleza, a cada pensamiento que le pertenecía a él por derecho, de todo lo que significaba el amor y parecía imprudente.
6:00 am
Jorge tenía una sorpresa para nuestra despedida, encendió mi equipo de sonido por telequinesis (ya nada era extraño) para distraer las voces de los otros que venían por él, junto con la estrella de la mañana (él ángel caído). Afuera todo se avecinaba, afuera había un día por comenzar. La sintonía conspiró en un clásico abrumador e irónicamente desconcertante: Yellow de ColdPlay; mi canción favorita, la que escuché con él miles de veces mientras planeábamos escapar. Una canción tan propia para el momento, tan acertada como la campanada de la capilla cercana.
La luz enceguecedora de la ventana le hacía justicia a su belleza, pude comprender que mi palpitar se hacía lento, estúpido, perplejo de mí mismo, por obvias razones. Tenía que marcharse y dejarme en un sueño aparente, un sueño que se desvanecería como la sangre en una fuente. Sus ojos se centraron en un punto fijo, invisible, de los míos nacía un diminuto hilo de agua, lagrimas con una pesada gravedad, muerta. Sentí correr fuego y desespero, tenía que controlarme, necesitaba conectarme con Yellow para ser fuerte y no morir de un infarto “milagroso”.
Me abrazó por la espalda, hacia el filo de la cama, juntos, observando el panorama, las figuras de luz dentro, en la habitación, en él. No quería pensar, estaba esperando que la luminiscencia y la música lograran dormirme en lo profundo de mis recuerdos, creer que fue esa profundidad lo que trajo a Jorge de regreso, que lo hizo y sentí tan real. Él se hacía luz, se desvanecería para siempre, dándole inicio a la única alternativa que tuvo para decirme “Adiós”, a lo poco que quedaba de él en mi memoria.
“Mira las estrellas,
Mira como están brillando para ti
Y todo lo que haces
Sí, todo es amarillo…”