Se acerca la marcha de orgullo gay en Bogotá y la endodiscriminación de muchos LGBTI empieza a salir a flote. Los dueños del “pudor y las buenas costumbres” reclaman que sus pares salgan a marchar bien vestidos, nada de mostrar carne y piel, exigen buen comportamiento.
Y aclaro que no estoy hablando de conductas reprochables como embriagarse o drogarse en el espacio público, eso de hecho creo que es ilegal. Estoy hablando de gente que cree que el atuendo de otros afecta los conceptos que tienen de nosotros los moralistas que por causalidad verán la marcha en vivo o por un corto reportaje en televisión.
La verdad a mí me tiene sin cuidado lo que piensen los homofóbicos ¿Será que si salimos de traje y corbata los moralistas anti LGBTI nos van a aceptar de ipso facto? No se engañen, aunque puede que les parezca más tolerable ver a uno de nosotros “bien vestido” en el fondo nos seguirán señalando como pervertidos y futuros habitantes del infierno.
Por otro lado, ¿Qué nos importa la opinión de una persona que va a ver la marcha por un breve tiempo? Al final son extraños con quienes quizás no nos volvamos a encontrar. Además, lo que otros hagan con sus cuerpos es su responsabilidad, no debería afectarnos.
Paremos ya de criticar a aquellos LGBTI que no entran en nuestros cánones de pudor. No se nos olvide que precisamente ese tipo de personas “indecorosas” fueron los que lograron muchos de los derechos que hoy gozamos. No fueron ejecutivos de corbata, ni modelos de revista, ni celebridades, los pioneros de la lucha por nuestros derechos. Entonces no vengamos ahora a demandar un código de vestimenta a los marchantes.
Querido lector: si definitivamente no puede con tanta “putería” y “mariconería” en la marcha no asista. Si va a ir a denigrar y a burlarse de otros quédese en su casa. Ya tenemos suficiente con tanta persecución y exclusión de los homofóbicos como para soportar que integrantes de nuestra población también levanten sus dedos acusadores.
Viva y deje vivir. Y que viva la diversidad de la los diversos.
