Cada 31 de marzo conmemoramos el Día de la Visibilidad Trans, una fecha para reivindicar nuestras experiencias diversas de vida y la lucha constante por el respeto de nuestras identidades. Pero, ¿qué significa realmente ser visibles? ¿Qué implica mostrarnos al mundo tal y como somos?

Uno de los hitos de la lucha por los derechos LGBTIQ+ fue liderado por una mujer trans negra: Marsha P. Johnson, activista de Nueva Jersey y figura clave en el Movimiento de Liberación LGBT. Marsha partició activamente en las manifestaciones de Stonewall, en las luchas contra el VIH/Sida con Act Up y en el apoyo a jóvenes trans en situación de calle. Sin embargo, pese al legado que construyeron el siglo pasado, las personas trans seguimos enfrentando discriminación y violencia.
La vara de medición
La “sombrilla trans” agrupa diversas identidades que desafían la rigidez del binarismo de género: personas con experiencia de vida transmasculinas, transfemeninas, no binarias, de género no conforme, hombres trans y mujeres trans. Por eso, visibilizarnos no es solo una cuestión de identidad, sino también una forma de que la diversidad de nuestros tránsitos sea comprendida.
No hay una sola forma de ser trans, tampoco una “correcta”. Existen mujeres trans que no se hormonan, ni se operan, ni cambian su nombre legal; al igual que hay hombres trans que no toman testosterona, no se realizan mastectomías y tampoco cambian su expresión de género para ajustarse a lo socialmente establecido. Existen personas no binarias con expresión de género masculina, femenina o andrógina; hay algunas que deciden operar su cuerpo o tomar hormonas, dependiendo del objetivo que quieran alcanzar.
Sin embargo, la sociedad (incluyendo a las personas LGBQ+) insiste en imponer estándares cisnormativos para validar nuestras identidades. Por eso nos visibilizamos, para que la diversidad de nuestros tránsitos sea comprendida.
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La otra cara de la visibilidad
Optar por la visibilidad es una forma poderosa de resistencia, pues nos permite reivindicar nuestros derechos y exigir la construcción de espacios seguros; pero también nos deja en posiciones de vulnerabilidad, quedando en la mira de la violencia estructural, la transfobia y la discriminación.
Las violencias basadas en prejuicio por identidad de género que sufren las personas trans en su día a día parten del juicio de su imagen; en términos simples, a las personas trans que no cumplen con un cispassing se les violenta por “verse trans”. Debido a esto, muchas veces optamos por esconder nuestra identidad diversa como un mecanismo de supervivencia en un mundo que es hostil con nosotres.
Al momento de relacionarnos con las otras personas, por ejemplo por medio de aplicaciones de citas o encuentros, podemos encontrarnos con situaciones complejas por la falta de conocimiento sobre nuestras identidades. La fetichización es una de las prácticas más nocivas de las que las personas trans somos víctimas, pues cosifican nuestros cuerpos, los exotizan y los reducen a un objeto de deseo. Sin embargo, hay algunas aplicaciones que le apuestan a construir un espacio seguro para todes, como Scruff, si te interesa conocer por qué échale un vistazo a este video:
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Ser visibles nos ha costado la vida, pero también nos ha ayudado a luchar por los derechos y el espacio en la sociedad que tanto se nos ha negado. Ser visibles nos ha convertido en víctimas del señalamiento, pero también nos ha permitido construir comunidad entre nosotres al reconocernos mutuamente.