Cuando hablo de estilo me refiero a la capacidad que todos tenemos para conocernos y para atrevernos a expresarlo con seguridad y confianza. De manera natural y quizás inconsciente, todos tenemos un estilo distinto para hablar, para caminar, para vestir, para relacionarnos con los demás.
Si hablamos específicamente de la forma de vestir, en cada país, incluso en cada ciudad, la moda cambia, no solo por los factores climatológicos sino por la cultura, por la apertura mental que predomina en cada sociedad.
Hay lugares en donde la gente es más conservadora, más tradicional, más cerrada, más chiquita y hay lugares en donde el espíritu de las personas está abierto al cambio, a la observación, al descubrimiento y a la experimentación, obviamente este tipo de personas son más abiertas de mente, más grandes, más plenas y más libres.
La realidad es que la mayoría de la gente se siente más cómoda cuando se autodenomina “normal”. Pero ¿qué es ser normal? Todo es normal, todo lo que surje de manera natural y espontanea es normal. Digamos que la vida es normal porque simplemente sucede, se manifiesta y se expresa sin cuestionamientos. ¿O será que los árboles, las flores y las frutas se conflictúan por su color, su forma o su olor?
Aquí los únicos que entramos en conflicto por las diferencias somos los seres humanos. El ser parte de las mayorías puede resultar cómodo, pero no siempre nos hace felices.
Cuando uno sabe quien es y lo expresa con arte, con osadía, con alegría, entonces se puede decir que se tiene estilo propio. Ahora, esto no significa tener que ser escandaloso, exagerado o ridículo. Una vez más… ¿qué es ser escandaloso, exagerado o ridículo? Todos estos adjetivos son relativos porque para cada persona significan algo distinto. Lo importante es sentirse uno cómodo en su propia piel y con todo lo que se echa encima.
El estilo y la felicidad se parecen un poco porque con los dos tenemos que atrevernos a ir más allá de nuestros propios límites e ideas para poder descubrir nuevos lugares en donde podamos sentirnos cómodos. Dicho de otra forma: “ampliar nuestro mundo”.
De jóvenes quizás vivimos con demasiados límites, prejuicios e inseguridades, de TONES ya tenemos la oportunidad de dejar de lado todo lo que nos hizo pesado el camino y no nos permitió disfrutar al máximo.
Hoy empiezo a entender lo que mucha gente habla sobre la crisis de los 40, cuando dicen que los hombres nos volvemos rabo-verdes y nos sentimos veinteañeros. Lo curioso es que, lo que muchos perciben como una crisis, en realidad es plenitud. Y no tiene caso entrar en discusiones, porque a los 40 uno ya se cansó de gastar su tiempo dando explicaciones.
A los 40 queremos reencontrarnos con la vida de una forma más divertida, algunos dejamos de ponerle número a nuestra edad porque preferimos ponerle experiencias.
Los 40 son la edad perfecta para empezar a hacer todo lo que no se hizo antes, para cambiar de trabajo, de religión, de trabajo, pareja y hasta de sexo si es preciso.
Los 40 son ese punto en nuestra vida en el que podemos mirar hacia atrás, hacia delante y si es preciso, cambiar el rumbo.
Creo que los 50 serán esa etapa en la que uno celebrará las decisiones que tomó a los 40 o lamentará haber vivido 10 años más en el mismo lugar del que no pudo escapar a los 30.
¿Y en dónde quedó el estilo? No lo se, a los 40 uno ya se puede dar el lujo de perderlo de vez en cuando. Ja, ja.
¿Qué opinan de todo esto los treintones?
[ group=”Tones” random=”1″ limit=”1″]