Hablar de diversidad es hablar de pluralidad, diferencia, variedad, multiplicidad, en cualquier ámbito de la existencia. Hablar de diversidad también es hablar de empatía, admiración, amor, respeto, protección, conservación, transformación, desarrollo, igualdad, equidad, libertad y convivencia; y nuestro territorio, El Poblado, no es la excepción.
El Poblado, desde sus orígenes, se ha caracterizado por ser un territorio que ha abrazado la diversidad en todos sus ámbitos: religioso, cultural, geográfico, político, hídrico, urbanístico, ambiental, lingüístico, fauna y flora, y sexual. ¿Sexual? Sí, sexual. La diversidad sexual en nuestro territorio ha sido un oasis de transformación, apertura y alto impacto social, generando un sinfín de controversias ideológicas lejos de cualquier razonamiento lógico, pero muy cerca de todos los preceptos de la razón privada como es la ética y la moral.
La diversidad sexual en El Poblado es sinónimo de identidad; es el resultado del trabajo social y personal del desarrollo humano en todas sus vertientes, como muestra permanente de amor y valor fuera de las reacciones y decisiones de una sociedad marcada por el arraigo ideológico. La transformación social de nuestro territorio nos ha llevado a tomarnos de la mano con el deseo ferviente de seguir construyendo un entorno de todos y para todos, donde solo haya una sola raza: la humanidad; un solo lenguaje: el del corazón; una sola religión: la del amor.
Este sentir tan poético le ha permitido avanzar a nuestro entorno en la construcción de diferentes políticas públicas, con el fin de velar y garantizar el pleno ejercicio y desarrollo de todos los derechos fundamentales de cada pobladeño. Como consecuencia del arduo trabajo por preservar y exaltar la diversidad en nuestro territorio desde los diferentes sectores de la sociedad, hoy podemos gritar con orgullo que la respuesta social ha sido positiva, permitiéndonos convivir en un mismo espacio a todos los habitantes del sector.
Hoy, podemos encontrar diversos entornos para diversos encuentros, por ejemplo, los parches en la Calle 10, en El Lleras, en Provenza, en Manila, en Ciudad del Río, y en los diferentes parques públicos a nuestro alrededor. Hoy, el arte y la cultura abraza la diversidad sexual como símbolo de perfección e identidad de la propia existencia humana. Hoy, la política nos permite ser parte fundamental para la toma de decisiones en el porvenir de nuestro territorio; hoy las diferentes religiones nos abren un espacio de valor y reconocimiento como creaciones divinas a imagen y semejanza de un Dios, sin importar el nombre. Hoy nuestras calles son testigo de que la diversidad sexual no es una anormalidad biológica, ni psicológica, sino una continuidad evolutiva de nuestra existencia.
Te invito a que te tomes un trago de conciencia y te quites el velo de los estigmas y de las diferencias, porque diversos somos todos nosotros: nuestro color de piel, estatura, contextura, cultura, gustos musicales, forma de vestir, color favorito, forma de vivir, comida favorita, entre otras millones de diferencias. Recuerda que no es el entorno quien hace la diferencia, no, somos nosotros con nuestra propia inconsciencia
