Algunxs hemos pasado por eso… Algunxs pasamos una y otra vez por lo mismo. Algunxs se acostumbran y le cogen el truquito a la cosa, otrxs se esconden, otrxs no pueden lidiar con ello y toman un lugar de negación.
¡Yo he pasado por varios de esos estados!
Yo no quise salir, de verdad, no. A mí me han expulsado, sentí como si una patada trasera me hubiera empujado fuera, aunque muchas veces intenté volver a ese lugar ‘seguro’ y seguir lo establecido, una y otra vez cual loop/maldición karmica/azar del destino, he terminado arrinconado y señalado como atípico, a ese orden, a cualquier orden, incluso dentro del que se considera hoy como ‘la diversidad’.
Así, he comprendido que no es tan sencillo reconocer que, como señala Barthes, “los sistemas ideológicos son ficciones” y aunque poco a poco hayan tomado una consistencia – al parecer – pétrea y adyecta, no dejan de ser engendros del sujeto y por ende, pueden readaptarse, devenir, y ser totalmente maleables.
Y como estamos inmersos en una realidad con historias más taquilleras que otras, con mayor voz, legitimidad y ‘validez’ que nos ponen a unos y a otras en medio de “Cuerpos equivocados”, en closets, sótanos, cárceles, hospitales y por ello, no siempre cuestionamos y nos resistimos frente al hecho evidente, que todo lo que hay a nuestro alrededor son convenciones piramidales creadas como verdades convenientes, puesto que todas las realidades que rodean a la humanidad son construcciones sociales que posibilitan que el poder se concentre y permanezca en un género, clase, raza, territorio y orientación sexual en particular, y tanta es la proliferación y es el culto que se le hace a ese modelo en todos los medios de comunicación y en la vida cotidiana que es muy difícil escapar-luchar-reexistir más allá.
En otras palabras, fronteras y más fronteras, muchas veces tan difusas que no las notamos o son tan convenientes que las aceptamos sin mayor crítica y aún, estando en diversos lugares de opresión, justificamos y reproducimos esas narraciones que creemos naturales, e incluso, permitimos que un otre ejerza poder sobre nuestras posibilidades, decisiones y sobre nuestro cuerpo. Hasta el punto de negociar nuestros deseos con nuestra pareja, nuestra familia, profesionales de salud y por supuesto con el mismo Estado.
Haciendo que la resistencia y el cuestionamiento al género y a la orientación impuesta, sea guiada también por la norma, se diga cómo puedes y hasta dónde debes cuestionarla, pretendiendo estandarizar e introducir incluso a las identidades disidentes en el cumplimiento del mandato heteronormativo (matrimonio, monogamia, heterosexualidad, etc.).
Por eso es importante empezar a desmantelar ciertas narraciones ancladas encima de nosotres y con ellas, los prejuicios, estereotipos y todos los paternalismos vinculados, dejando cabida siempre a múltiples formas, dejar la puerta abierta para más rupturas, no cerrarse -no fundamentar lo humano- porque se es humano por y en la capacidad de redefinirse de transformarse.
No permitir que nos patologicen y limiten la autonomía sobre nuestro cuerpo y que esto se manifieste en toma de decisiones poco informadas y/o inducidas por profesionales de la salud y otras instituciones estatales, luchando así, por abortar definitivamente las terapias de conversión, las dificultades para acceder y dar trámite a los procedimientos que se deseen en los servicios de salud, el sobre costo y demora en el cambio de documentos, etc., hasta abortar también la criminalización de la identidad/orientación/expresión de género.
Impidiendo que se ejerza revictimización y justificación de cualquier acto violento como una estrategia de patologización y control de las identidades y formas en las que decidimos relacionarnos, como cuando un hombre cisgénero ejerce violencia sobre una mujer trans y luego se pretende justificar con:
“Él le pegó porque ella no le había dicho que era trans”.
Por eso decido cerrar con parte del manifiesto de Gerrilla Travolaka:
“Queremos apoderarnos del género, redefinir nuestros cuerpos y crear redes libres y abiertas donde poder desarrollarnos, donde cualquiera pueda construir mecanismos de seguridad contra las presiones de género. No somos víctimas, nuestras heridas de guerra nos sirven como escudo. Frente a la Trans-normatividad que impone una estricta moral médica y un sistema de géneros binómico proponemos nuevas formas alternativas de entender y construir el cuerpo. NO se trata de un tercer sexo, ya que ni siquiera creemos en un primero, ni en un segundo, se trata de poder expresar libremente nuestro género, entendiendo la utopía que eso supone y las presiones que existen”
Porque, como escribió Lohana Berkins:
“Nos nutrimos del feminismo. Alzamos la bandera del derecho al aborto, un tema que no era tan propio directamente, pero después reflexionamos desde él, la demanda sobre la propiedad del cuerpo como un derecho absoluto”.
Como dijo Lucy Stone en 1854: “No quiero el derecho a la propiedad y al voto si no puedo mantener mi cuerpo como un derecho inalienable”. Ese reclamo de la propiedad del cuerpo hacía un cruce nodal con nosotras. “Nosotras queremos el cuerpo para transformarlo, para vivirlo, para mostrarlo o para lo que fuera”.