Históricamente, la Iglesia ha marginado los sectores poblacionales LGBTIQ+, generando una deuda profunda por discriminación y exclusión. Sin embargo, el Papa Francisco ha mostrado una apertura inusual en el Vaticano, aunque enfrenta resistencia interna y un contexto global adverso con el ascenso de movimientos ultraconservadores.

LGBTIQ+, La deuda histórica de la Iglesia con la diversidad: entre el discurso y la realidad, egoCity LGBTIQ Diversity Network
Fotografía tomada de Infobae

Desde el siglo XIII, las instituciones eclesiásticas han condenado las diversidades sexuales y de género, influyendo en leyes discriminatorias y promoviendo discursos de odio. Hasta 1992, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba la homosexualidad como una enfermedad mental, y en parte era por el peso de la doctrina cristiana en la construcción de paradigmas sociales. Actualmente, 67 países criminalizan las relaciones entre personas del mismo género y muchos de ellos cuentan con el respaldo de sectores religiosos.

«¿Quién soy yo para juzgar?»

El Papa Francisco, desde que inició su mandato en el Vaticano, ha dado pasos hacia la inclusión, afirmando en el 2013 su posición neutral frente a los sectores poblacionales LGBTIQ+ y respaldando en 2020 las uniones civiles entre personas del mismo género. Aunque en el 2021 reafirmó que el matrimonio por la Iglesia debe ser exclusivamente heterosexual, en los últimos años ha mostrado un interés por reparar las acciones cometidas por la institución eclesiástica contra la población diversa.

A pesar de los avances en el discurso papal, la Iglesia sigue replicando acciones excluyentes y violentas contra la población diversa, como puede ser el desinterés en acabar con las mal llamadas «terapias de conversión«, un hecho que habla por sí solo. Además, el contexto geopolítico actual da a entender un renacimiento fuerte de los movimientos de ultraderecha, preocupando a más de un sector poblacional por su devenir en el futuro.

El Papa Francisco se pronuncia sobre la homosexualidad
Monseñor Leonardo Sapiencia y el Papa Franciso en una audiencia en el Vaticano, 2023. Fotografía tomada de El País

La labor de Francisco, aunque significativa, enfrenta desafíos tanto dentro como fuera de la Iglesia. Internamente, debe lidiar con posturas tradicionalistas que se oponen a cualquier modificación doctrinal relacionada con las diversidades sexuales y de género. Externamente, su mensaje de apertura e inclusión choca con el clima global donde el conservadurismo ha ido ganando terreno de nuevo poco a poco, dificultando la implementación de cambios reales y sostenibles.

¿Por qué es importante llamarlo «deuda histórica»?

El término de «deuda histórica» se refiere a una obligación moral, política o social que una institución, un Estado o una sociedad tiene con un grupo poblacional que ha sido sistemáticamente marginado, discriminado o vulnerado a lo largo del tiempo. Dicha deuda surge como resultado de injusticias estructurales, violaciones de Derechos Humanos o la exclusión de ciertos sectores en la toma de decisiones de un territorio.

En muchos casos, la deuda histórica implica la necesidad de reparación y reconocimiento, a través de inclusión, políticas públicas, disculpas institucionales o compensaciones que busquen corregir los daños causados. Los sectores poblacionales históricamente discriminados, como los LGBTIQ+, pueblos originarios, comunidades afro y las mujeres, exigen el reconocimiento de esta deuda para dignificar y reconocer sus experiencias de vida individuales y colectivas, pues es a partir de allí donde se empieza a construir una verdadera sociedad incluyente.

Es imperativo que la Iglesia reconozca su deuda histórica con la población diversa y adopte medidas reparativas para enmendarla. No solo declaraciones inclusivas desde el Vaticano, sino también acciones a nivel pastoral y comunitario que promuevan el respeto y la empatía. Ahora que Francisco presenta un estado grave de salud, el panorama se nubla un poco al no saber qué posición tomarán las instituciones eclesiásticas cuando su mandato acabe, por eso es importante mantener los movimientos LGBTIQ+ más fuertes y unir nuestras voces para exigir un verdadero compromiso con la dignidad humana.

«La unidad es saber escuchar, aceptar las diferencias, tener la libertad de pensar diversamente y manifestarlo con todo respeto hacia el otro, que es mi hermano. No tengan miedo de las diferencias»
Papa Francisco.

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