La extensa cuarentena que vivimos y todas las medidas de aislamiento, cierres y bioseguridad que se implementan y cambian constantemente en el último año y medio, pusieron en jaque a la industria del entretenimiento y la cultura, ocasionando consecuencias desastrosas. Sin embargo, como ya lo ha hecho en otros momentos de la historia, la escena queer ha demostrado que sabe resistir y reinventarse.
De acuerdo con cifras de Asobares Antioquia, el gremio del entretenimiento nocturno generaba cerca de 45 mil empleos directos y un 95 por ciento de ellos se perdieron mientras los negocios permanecieron cerrados, sobre todo, al ser una industria que no pudo acceder al programa de apoyo al empleo formal del Gobierno Nacional.
Ahora con la reapertura de fronteras, vacunación masiva y extensión de horarios en la noche, la industria del entretenimiento nocturno está resurgiendo de las cenizas. Pero hay un sector, que, aunque fue igual de golpeado, logró aplicar lo aprendido a lo largo de tantos años de resistencia desde la fiesta para volver ahora con más fuerza.
Medellín vuelve a sonar en el panorama global para hablar de reactivación económica, cultura, turismo y diversidad, la combinación estrella para sumarle al territorio otras perspectivas de transformación e innovación social en lo local.
Algunos de los lugares insignia de la rumba gay en la ciudad se despidieron del mercado, pero otros lograron abrirse camino hasta sostenerse para volver a florecer, como Men’s Club, Club Oráculo, Industry Club, Donde Aquellos, Bar Chiquita, Estudios 2000, Querida Bar, Purple Club y Deep 9, junto con el nuevo espacio de fiesta PKR.
Complejos de entretenimiento que no son simplemente bares y discotecas, o fuente de ingresos para sus equipos de trabajo. La escena queer es también hogar de generaciones enteras que han encontrado en estos espacios de homosocialización el lugar de acogida para interrelacionarse y construir nuevas formas de existir desde la disidencia, que usualmente no se les permite en sus hogares.
La pandemia recrudeció las cifras de suicidio y violencia para personas LGBTI, devolviendo a muchas de ellas al clóset para evitar maltrato físico, verbal y mental por parte de sus familias. Pero también permitió afrontar otras realidades para repensarnos cómo nos asumimos como diversxs ante la sociedad, algo que pareciera estarse convirtiendo en uno de los engranajes culturales que ha permitido que lugares como Bar Chiquita, que tuvieron que despedirse de su público en mayo del 2020, con su reapertura en 2021 se esté convirtiendo en un bastión arcoíris en plena zona rosa del Poblado, logrando así que la reactivación económica llegue acompañada de una exacerbación de talentos queer en búsqueda de escenarios para expresarse y fortalecer su lucha de todos los frentes.
La escena alternativa cada vez toma más relevancia en la movida cultural de la ciudad, ayudando a que se abran espacios más incluyentes, con audiencias propositivas y abiertas a la diferencia, logrando que se elimine el efecto de ghetto que durante años se ha mantenido sobre algunas dinámicas de los sectores LGBTI+.
Ahora, además, en Bogotá las fiestas de El Mozo, Don Juan, BULTO y Theatron cada vez vuelven a sentirse con más fuerza, a la vez que Regia Bar en Cali le da fuerza al rostro queer de la capital del Valle.