Aquí sentado de lo más a gusto, con un café al lado y sin nada que hacer, de pronto veo un video y me acuerdo de tantas “historias de baños públicos” que me han contado… Ja, ja. Escuchen todos: los #TONES vivimos en los 80’s cosas que los millennials no podrían siquiera imaginar.

Érase una vez los años 80’s, una época en la que los prejuicios y la falsa moral imperaban en la Ciudad de México y sus alrededores. Había tantos prejuicios como hombres descubriendo su sexualidad y hombres ejerciéndola desmesuradamente. Sin embargo, todo tenía que hacerse a escondidas. No existía internet, los celulares apenas estaban saliendo al mercado y eran del tamaño de un tabique de concreto, por lo que no podían guardarse en las bolsas del pantalón, aunque pensándolo bien, hubieran hecho muy buen bulto. Ja, ja. Obviamente no existían las redes sociales y está por demás decir que “Grindr” sólo existía en los sueños de tantos chicos que tenían que salir a las calles a buscar con quien saciar su caliente curiosidad y ganar experiencia.

El sexo siempre ha estado presente en nuestra vida y lo seguirá estando, pero quizás de diferente manera. Es algo de lo más natural pero ojalá que nunca deje de ser “un poquito” de tabú y prohibición porque perdería emoción, morbo y sabor. La sexualidad es algo natural, lo antinatural es reprimirla.

Pero bueno, los encuentros sexuales eran muy distintos a como lo son hoy en día. Los principales lugares de ligue de los recién iniciados en los menesteres del placer era la sección de revistas de los Sanborn’s y de los Vip’s. Esas cafeterías emblemáticas de la época que ahora parecen como refugios retro. La sección de revistas era la antesala para propiciar el encuentro en los baños públicos. Llegaban (ok, llegábamos) los chicos y no tan chicos a las revistas, tomábamos la primera que veíamos (sin importar agarrarla al revés) y comenzábamos a “disque” hojearla mientras en realidad lo que hacíamos era observar a quienes estaban a nuestro alrededor haciendo lo mismo. En esta época fue que comprendí el significado de la frase “con un ojo al gato y otro a su garabato”. Ja, ja.

Recuerdo el nerviosismo con el que yo llegaba a estos recintos de ligue, y cuando alguien me echaba el ojo y coincidían las miradas, hasta se me paraba… la respiración, (además). Me temblaban las piernas y en su momento, hasta la voz. ¡Qué tiempos aquellos! ¿Alguien se identifica con esto? Al principio, las primeras veces uno no era nada selectivo, se iba al baño casi con cualquiera. Conforme íbamos adquiriendo experiencia y aprendíamos a controlar un poquito la calentura y a afinar el gusto, hojeábamos más revistas y echábamos más miradas sucias hasta que encontrábamos con quien hacer el paseo al baño público. Esos baños públicos en los que era todo un espectáculo tan sólo sentarte en la taza del wc y observar detenidamente la cantidad de penes, nalgas, citas sexuales y hasta teléfonos que podías marcar para provocar algún encuentro.

Espero que nadie que esté leyendo sea mojigato ni se de golpes de pecho porque a mi me gusta hablar las cosas como son y con toda naturalidad. Me divierte escandalizar a uno que otro de vez en cuando. Ese fue mi pasatiempo favorito en mi época de puberto.

Sigamos… ¿Quién recuerda el maravilloso piso de mármol bien pulido en los baños de dichas cafeterías, que te permitía ver el reflejo de la persona que estaba sentada en el escusado de al lado? ¡Qué tiempos en los que todavía teníamos mármol en todos lados! En fin, los pubertos y los TONES de aquella época teníamos demasiadas formas de alimentar nuestros morbos y saciar nuestras calenturas echando mano de nuestro ingenio y necesidad.

Comercial francés en contra del VIH/SIDA
Comercial francés en contra del VIH/SIDA

Desde que yo tuve mi primer contacto sexual, sabía de la existencia de los condones y de una enfermedad que en ese entonces llamaban de manera generalizada “sida”. Pocos sabíamos lo que significaba, pero todos le temíamos porque decían que si te daba, te morías.

Uno de puberto no sabía, no se enteraba de la cantidad de gente que se infectaba a diario y del gran número de personas que morían en esa época a causa del virus del que poco se sabía y al que incluso los médicos temían debido a la poca información que se tenía del mismo. Se creía que se podía contagiar a través de la saliva, incluso con el simple contacto físico. No cabe duda que lo que más daño hace siempre es la ignorancia, la falta de información.

Pero bueno, regresemos a los recuerdos de pubertad y los baños públicos. ¿A nadie de ustedes le pasaba que les daba pena, miedo o nervios masturbarse en su casa? ¡Quietos! ¡No se rían! Eran otros tiempos. Los papás tenían muy poquito respeto por los hijos y acostumbraban abrir la puerta del baño y de las recámaras sin tocar, y era horrible que te descubrieran cuando tú tan inspirado te estabas tocando. Ja, ja.

Esto siempre era un problema para los despistados como yo. Por lo que optábamos por armarnos de valor e ir casi disfrazados a comprar nuestras revistas porno a los puestos de periódico más lejanos a nuestra casa. El “Macho Tips”, “Boys & Toys” y hasta la “PlayGirl” aplicaba para sacarlo a uno de la calentura juvenil. ¡Que no había internet! Ja, ja. Entonces, ya con las revistas “cochinas” dentro de la mochila, ¡ni modo de llevártelas a tu casa! ¿Qué hacíamos? ¡Pues íbamos con ellas a los baños públicos! A esos con los pisos de mármol bien lustrado y con finísimos murales sexuales pintados con plumón en los azulejos. Y pues ya se imaginarán… la mano amiga, el morbo y el miedo a ser descubierto lograban una emoción y una excitación muy particular. Ahora viene la parte triste: ¡Tenía uno que tirar la revista nuevecita a la basura! porque imagínate que te la cacharan en tu casa… =0

Estoy seguro de que en ese entonces la calentura nos salía más cara que la mensualidad que pagan ahora los chavitos por el internet ¡ilimitado! Eso no es junto, no es de Dios. Sin embargo, nosotros los TONES vivimos nuestra sexualidad con mucha emoción y un miedo bastante rico. Por lo menos ese es el recuerdo que yo tengo de mi pubertad, de mis primeras calenturas. Me da mucho gusto poderlas contar el día de hoy gracias a que siempre hubo un condón en la bolsa de mi pantalón. Algunos dicen que se marca y yo les digo: pues de eso se trata. Ja, ja.
¿Alguien se identificó con estas historias? Dejen sus comentarios nostálgicos. Y los que no son TONES, también opinen ¡pero no se burlen! Ja, ja.

Aquí les dejo un recreativo video para que entiendan mejor de lo que les estoy hablando… Aunque en este video faltan muchas cosas y sobran otras tantas.

https://www.youtube.com/watch?v=Kcv6LMyTun4

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