Giovanni Giorgio Moroder nació en 1940 en Urtijëi, un pequeño pueblo al norte de Italia cerca a la frontera con Austria. Hoy, 75 años después, pocos siguen sin asimilar que uno de más influyentes productores de música dance de todo el mundo emergió de aquella provincia de nieves perpetuas.
Y es que la modestia siempre ha sido uno de los valores fundamentales en la trayectoria artística de Moroder. Tal vez la mayoría de nosotros ignoramos por mucho tiempo que aquellos ritmos que nos hacían bailar durante los fines de semana en las discotecas, existen en parte gracias a la visión artística de este hombre. Sin embargo, Giorgio siempre ha estado en el centro de la cultura EDM (electronic dance music) global. Desde producir el éxito masivo “Love To Love You Baby” de Donna Summer en 1975, que introdujo su visión sonora dentro del circuito musical estadounidense, hasta su reciente colaboración en el álbum Random Access Memories (2013) del dúo francés Daft Punk, con una canción que incluso ostentó su propio nombre.
Además, el trabajo de Moroder puede rastrearse hasta finales de los años sesenta. Específicamente a partir de 1966 cuando se mudó a Berlín y, bajo el simple pseudónimo “Giorgio”, comenzó a editar algunos sencillos sueltos en vinilos de 7’’ a doble cara como “Stop” junto a “Believe In Me” o “Bla Bla Diddly” acompañado de “How much longer must I wait, wait”. Para ese entonces estaba lejos de un sonido claramente bailable, por el contrario se encontraba experimentando con guitarras y el rock psicodélico que comenzaba a surgir en Inglaterra y Norteamérica; ejercicio que perduró hasta el lanzamiento de su primer larga duración That’s Bubble Gum – That’s Giorgio en 1969 e incluso la llegada de Son Of My Father en 1972.
Fue a partir de 1973 con Giorgio’s Music que su propuesta comenzó a mutar paulatinamente hacia la música de clubes. Para 1976 ya había adoptado por completo la dinámica disco con la edición de Knights In White Satin, pero es 1977 el periodo que representó aquel punto de quiebre en la carrera artística de Moroder; esto gracias a “I Feel Love”, un nuevo hit que compuso para Donna Summer el cual alcanzó el top 10 del conteo Billboard Hot 100, consagrándose disco de oro tanto en Estados Unidos como en Reino Unido y el cual les valió un Grammy por “Mejor grabación dance” en ese mismo año.
“He escuchado el sonido del futuro…”, dijo Brian Eno mientras le hacía escuchar el tema de Donna Summer, según cuenta una anécdota de David Bowie durante su residencia en Alemania. “Esto es, no busques nada más. Este sencillo va a cambiar el sonido de la música club por los próximos quince años”, agregó.
Efectivamente lo hizo. Aunque llevaban más de una década de desarrollo tecnológico, la forma en que Giorgio comenzó a usar los sintetizadores como base rítmica para su música instauró un nuevo paradigma instrumental que dejaría una huella imborrable para las generaciones futuras. La incorporación del clásico ‘beat’ Four-on-the-floor se convertiría en la base del techno y posteriormente en lo que conocemos actualmente como música electrónica. En perspectiva, su aclamado álbum de 1979 E=MC² es considerado por los conocedores como el epítome de toda su obra y uno de los referentes imprescindibles para un fenómeno cultural de tal magnitud como fue el nacimiento de la cultura discotequera, fundamentada a su vez en aspectos técnicos definidos, la aparición del DJ por fuera de la radio, más una estética audiovisual que terminaría apropiándose del glamour de la época y todo aquello que concierne a la vida nocturna.
Tras haber ganado un importante reconocimiento en el circuito mainstream, para la década de los ochenta Moroder se vería ligado a colaboraciones con titanes como Elton John, Cher, Freddy Mercury o Janet Jackson. Además, su carrera daría un importante paso hacia la consolidación como compositor multiformato luego de producir las bandas sonoras para películas como American Gigolo (1980) con la mundialmente famosa “Call Me” de la cantante Blondie o la siempre recordada “Take My Breath Away” de Top Gun (1986) a cargo de la agrupación Berlin. Esta última canción le mereció el premio Oscar a mejor soundtrack, su tercer galardón de la Academia después de sus aportes para Midnight Express (1978) y Flashdance (1983).
Después de 30 años, motivado por el llamado de Daft Punk – que lo puso de nuevo en el radar de la música internacional -, Moroder sorprendió en este 2015 con el lanzamiento de su décimo séptima placa en estudio Deja Vú, la cual cuenta con la participación vocal de grandes figuras del pop actual como Sia, Charli XCX o Kylie Minogue. Si bien esto puede interpretarse como el esfuerzo del compositor italiano por presentar un producto que le sea familiar al público contemporáneo, es igual de cierto que los oídos de hoy no conciben la música de la misma manera que hace tres décadas atrás. Las nuevas tendencias, en las que predominan los ganchos comerciales efímeros y superficiales, no tienen cabida para los ejercicios análogos que caracterizaban la magia de Giorgio; quien se ha visto obligado a trasladarse de los moduladores y el sintetizador hacia las tornamesas y las computadoras.
Por supuesto, es imposible cargar a Moroder con el peso de tal ruptura cultural, él ha hecho lo que es necesario para sobrevivir al tiempo y al desgaste de un género que a medida que ha avanzado en su especialización tecnológica ha perdido creatividad y misticismo.
“Tengo 74 años, pero todavía me siento parte de esta joven generación”, declaró recientemente para la revista Rolling Stone. Si bien Moroder ya no posee los argumentos artísticos que le valió tantas referencias positivas a través de los años, seguirá siendo considerado como el padre inconfundible del EDM; en gran medida por lo que significa introducir un nuevo método a la hora de hablar de música, uno que responde a un espectro de la historia dominado por los circuitos, artefactos como umbral de la era digital.