Los insultos nos pueden doler más que un golpe. Incluso, no es necesario que las palabras sean insultos.

Kyler Prescott, un joven transgénero de 14 años, se ha suicidado tras un trato negligente e irresponsable por parte del personal médico del Rady Children’s Hospital en San Diego, que insistía en usar el género femenino para referirse a él.
El joven se encontraba en el área de psiquiatría con un cuadro de depresión y ansiedad, cuando fue hospitalizado había intentado suicidarse.
En Mayo de 2015 se desencadenó todo este suceso, su familia estaba completamente destrozada y hasta ahora denunció al tratarse de un claro caso de discriminación.
En palabras de la propia madre:
Estaba colérico. Estaban empeorándole, traumatizándole aún más. Cuando mi hijo estaba mal, confié en el la seguridad y confort del hospital. Los hospitales son lugares seguros que se supone ayudan a la gente que tienen necesidades. En lugar de recuperarse, Kyler empeoró porque el personal continuaba traumatizándole tratándole como si fuera una chica e ignorando sus serios problemas.
La juventud LGBT es la más proclive a sufrir casos de ansiedad, depresión, bullying y además, trastornos alimentarios, por lo que el personal médico debería estar formado para sobrellevar problemas de salud físicos, actualizados y sensibilizados para el tratamiento de este sector de la población.