Arol partió de Venezuela buscando un futuro con más oportunidades de crecimiento personal. España se convirtió en el destino. Y allí conoció a su actual pareja con quien, por fin, puede abrazarse en público sin miedo al qué dirán.
(Material cedido por elTOQUE – Escrito por Cristina Fernández Cuéllar)
“Me siento más libre aquí”, reconoce Arol. Las diferencias entre Europa y en este caso, Venezuela, en materia de reconocimiento de derechos que afectan a la comunidad LGBT, se evidencian en cuanto abre la puerta de su casa y sale a dar un paseo.
Puede besar a su pareja mientras cenan en un restaurante, puede hacerlo. Si quiere caminar de la mano o bailar en una discoteca frente al resto de jóvenes, también. Y si quiere manifestarse por los derechos LGBT es respetado. Para este joven caraqueño la diferencia estriba en que en España el tema de la homosexualidad está más normalizado.
“Tampoco se trata de que uno vaya por la calle dándose besos, pero el simple hecho de saber que puedes hacerlo (…) y que no signifique ningún problema, para mí supone un relax total”
Su decisión de marcharse no fue sencilla y aunque contó con el apoyo de su familia y gente cercana, cruzar el océano para empezar de cero siempre tiene riesgos.
“Vine a España por probar suerte y porque era el país más parecido a mi cultura” y comenta que en Barcelona se sintió acogido tal y como era, sin disimulos ni miradas de repulso. “La gente es muy respetuosa con todo el colectivo LGBT, en general”.
Ser homosexual en Venezuela no es fácil. Aunque el entorno cercano acepte tu sexualidad y tu familia y amigos te apoyen, la forma de actuar cambia en los espacios públicos. “Tienes que ser muy discreto, tienes que esconderte, si tienes una pareja no puedes ni siquiera cogerle de la mano”, describe Arol.
La dualidad de la sociedad venezolana, en la que una parte de la sociedad que acepta quién eres y la otra la rechaza, mantiene los procesos de regulación de derechos en punto muerto. “Venezuela está mucho más atrasada que otros países latinoamericanos que ya han aprobado leyes en favor del colectivo LGBT”.
Arol explica que en su opinión, antes de sumarse a otros países que sí discuten legalizar el matrimonio homosexual o la adopción en familias monoparentales, la sociedad venezolana tiene otras tareas incumplidas que deberían ser prioritarias en este momento.
“Creo que el caso de Venezuela es más complicado por el tema político y económico actual. Me parece que sin resolver primero estos temas, los derechos del colectivo (LGBT) quedarían un paso más atrás”
Confía en que a pesar de que las leyes no avalen el cambio todavía, se produzca el cambio social desde los hogares. Las nuevas generaciones pueden crecer en una atmósfera de inclusión, “de normalidad, que me parece más importante que el cambio legislativo”.
Al igual que adoptar en caso de querer formar una familia. Y ante los prejuicios que existen con respecto a este punto (incluso en Europa), responde lo siguiente:
Una Venezuela igualitaria todavía es una utopía, pero las voces que claman que la balanza se incline hacia el lado de la regularización son muchas y aunque algunas estén al otro lado del océano, sus clamores se escuchan como un inevitable romper de olas.
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Por: El toque