Estoy a punto de cumplir 42 años y me acabo de encontrar esto que escribí hace dos años. Mi realidad hoy es diferente, al poco tiempo de haberlo escrito logré encontrar el rostro que buscaba. Pero les comparto esto:
Mi historia de los 30 a los casi 40…
Lo primero que me pasa por la cabeza es que ya tengo más años, pero no es que tenga menos opciones, tengo más certezas. Tengo mayor seguridad de quien soy, lo que quiero y lo que busco.
Vamos creciendo y sin darnos cuenta, vamos regresando a ser niños otra vez. Vamos procurando conectar con todo lo que de escuincles (chamacos) nos gustaba sentir, lo que nos daba tranquilidad y nos regalaba sonrisas y suspiros profundos.
Me llega muy seguido la sensación de que se detiene el tiempo y puedo viajar hasta ese preciso instante en el que a los 5 o 6 años me tomaba en la noche un vaso de leche fría con “chocomilk,” o un domingo en la mañana, en el que, mientras mis papás seguían dormidos, yo me levantaba muy temprano de la cama, caminaba a la cocina, jalaba un banquito y lo acercaba al refrigerador para poder subirme y bajar la caja de cereal. Y como aún así me era difícil alcanzarla, la mayoría de las veces se me caía, terminando la mitad de mis “cornpops” o “choco krispis” en el suelo. Los pateaba para esconderlos debajo de los muebles, sacaba la leche fría del refrigerador y me servía mi desayuno mientras iba encendiendo la tele: un armatoste tosco con un control más grande que el interfón que tengo hoy en mi cocina. Ja, ja.
Esa sensación de libertad, de sentirme solo en el espacio pero sabiendo que a distancia había alguien dormido que me protegía… (mis papás).
A mis casi 40, ese tipo de emociones se hacen cada vez más presentes. ¡Cómo me encantaría tener una pareja, una casa, un hogar y aunque ya bien huevonsotes los dos, descubrirnos haciendo lo mismo: jugando!
Quizás nuestra versión actual de la pijama de niño sería una camiseta viejita, rasgada y unos shorts aguados, y en lugar de salir de la habitación de mis papás, salir de la nuestra encuerados, pero eso sí, directo a la cocina por la leche fría, el cereal y un plátano rebanado.
Cuántas cosas llego a imaginar, a desear a sentir, cuántas veces le he puesto una cara distinta al personaje que se queda dormido en la cama mientras yo salgo a servirme mi plato de choco krispis…
Justo hace poco encontré el rostro y el cuerpo más parecido al que por mucho tiempo había imaginado, pero no era, no fue. Me hubiera encantado que fuera pero no. Bueno, no se, sigo conservando la ingenuidad suficiente que me lleva a tener esperanza.
Regreso a mis instantes de niño:
Después de terminarme el cereal, siempre quedaba un poquito de leche en el plato, por lo que regresaba por la caja y me servía un poco más. Ah, también le servía un poquito de leche a mi gata en su plato. Sigo teniendo la misma almohada que tenía desde entonces y obviamente es el objeto más preciado en mi haber.
Hoy que estoy más grande, me doy cuenta de que “los seres humanos hacemos muchas cosas que no deseamos con tal de no extrañar las cosas que sí queremos”. Deseamos por instinto, creemos protegernos por instinto, pero en muchas ocasiones, nos lastimamos como consecuencia.
He de confesar que el tema del “sexo” nunca he sabido manejarlo muy bien en mi vida, o me he sobrepasado o me he quedado corto… ( y en toda la extensión de la palabra… ja, ja).
Hace apenas un par de semanas he descubierto por qué. Recientemente conocí a alguien que me eclipsó, que me despertó con fuerza el niño del que les estaba hablando. Pero llegó tan adentro, tocó tantas fibras con su risa, que tener más sexo ya no era suficiente ni congruente. Lo natural hubiera sido hacerle el amor. Sólo que a veces los tiempos no coinciden.
Me siento como una foto blanco y negro o como una de esas fotos retro a color ya amarillentas y desgastadas. Con todo ese poder, con toda esa nostalgia, con toda esa historia, magia y belleza particular y personal.
Hacía mucho tiempo que no escribía algo así, pero esta tarde me sentía tan incómodo, que lo que tenía que hacer era desnudarme y sentir.
Gracias por leerme y por darle sentido a mis letras, confesiones e ilusiones. ¿Qué quieren? Estas son lagunas de las cosas que ya nos suceden a los TONES.
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