Zoey Luna, de 14 años, cuenta que ha batallado contra el sistema educativo para hacer cumplir sus derechos.
Un símbolo para la comunidad transgénero en California por su tenacidad y espíritu guerrero, se trata de Zoey Luna, a quien la han convertido en un referente para niños y adolescentes que son rechazados, estigmatizados y maltratados física y verbalmente por su identidad sexual.
Desde los cuatro años, Luna se ha vestido y ha actuado como una niña, aunque al nacer su anatomía se correspondiera con la del género masculino.
Hoy en día lo expresa sin tapujos y con una seguridad impropia en una adolescente que ha tenido que batallar contra el sistema educativo californiano para conseguir unos derechos que durante décadas han permanecido inexistentes para el colectivo transgénero en las aulas estatales.
La vida de Luna ha sido un maratón de obstáculos. En casa, jugar con muñecas y vestirse como una niña propició el rechazo de su padre. Con el tiempo, la falta de entendimiento por parte de su progenitor causó problemas irreparables en el seno familiar que culminaron en ruptura.
En el colegio, Luna pasó algunos de los momentos más “difíciles” de su vida. Sufrió discriminación, acoso sistemático y humillaciones públicas por ser transgénero.
“Cuando estaba en quinto grado, los profesores eran horribles conmigo. No me aceptaban, querían que hiciera las cosas de una manera determinada. (Yo) Era una distracción y un problema, y estaba arruinando el aprendizaje de otros niños, en opinión de ellos, porque estaba siendo yo misma”, relató Luna.
Ese mismo año, uno de sus profesores la llamó “asquerosa”. Luna le contó el incidente a su madre, que pidió explicaciones al centro escolar. Cuenta la joven que, pese a las promesas del colegio, jamás recibieron una disculpa y que los problemas se agravaron.
Deprimida, marginada y sin ganas de ir a clase o de seguir viviendo, Luna encontró refugio en su madre, Ofelia Barba, que ha remado contra corriente y ha velado por el desarrollo de su hija desde que se dio cuenta de que era transgénero.
“Tengo el derecho de ser quien soy y tengo el derecho a decir lo que quiero decir. La única manera de superarlo fue por el gran apoyo de mi madre”, aseveró la joven.
Barba pidió ayuda a James Gilliam y Joey Hernández, de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), para que su hija pudiera continuar en la escuela “sin que la corrieran por expresar quién es”.
En 2011, con el asesoramiento legal de ACLU, madre e hija dieron un paso importante que sentó las bases del activismo que ahora encarna, emprendió acciones legales contra el Departamento de Educación de California por la discriminación que Luna estaba sufriendo en su escuela de Downey.
Tras una investigación que se dilató tres años, Luna y su madre salieron victoriosas. Para entonces, la joven iba a comenzar la secundaria y se encontraba feliz de que, por fin, pudiera acudir a un centro en Downey donde existiera una política para prevenir y atajar la discriminación y el acoso a los individuos transgénero.