Nos han hecho creer que por las Apps de ligue no se puede encontrar el amor. Dicen también que algunas relaciones que empiezan de manera virtual tienen corta vida y muchos le atribuyen la culpa del rompimiento a las mismas aplicaciones.
Lo cierto es que no existe ningún lugar o app indicada para encontrar el amor, este llega por si solo y en el momento que menos lo esperas.
Es interesante pensar en cómo y cuándo llegará el amor. Idealizar a la persona perfecta, la situación correcta, incluso en dibujar mentalmente las palabras correctas para ese mágico momento. Nos sumergimos en la ilusión, abordamos el vuelo del futuro para imaginar algo que aún no ha llegado. Y olvidamos por completo vivir el presente, de tener los ojos y los sentidos abiertos a todas aquellas oportunidades que la vida nos puede brindar.
Después de comprender que el amor no es simplemente una ilusión, y entender las señales de mi presente encontré ese tan anhelado amor. Así fue como comenzó nuestra historia:
Octubre del 2018, un mes lleno de trabajo, lleno de emociones y grandes éxitos, luego de terminar una de las mejores experiencias hasta el momento en mi vida, acababa una temporada como productor de “¿Qué es esto tan raro?” una obra original del escritor y libretista Héctor Forero, la cual se presentó en Theatron, estaba listo para descansar y por supuesto celebrar, en pocos días era Halloween y se venía otro evento grande.
Sábado 27 de octubre, me encontraba en casa de un amigo, empezando a planear qué hacer y dónde ir a celebrar. Mientras mi amigo terminaba sus quehaceres, decidí conectarme a una app (Grindr). Quería ver quién estaba en la zona, que pasaba, que salía, en realidad quería más curiosear o tener una charla más que un encuentro casual. Vaya sorpresa la que me di.
Uno de aquellos perfiles sin foto me hablo, curiosamente seguí la conversación, las primeras palabras fueron como las de muchos “-Hola –Hola – ¿Que buscas?”, tenía claro que yo quería una conversación, pasar el rato mientras salía de fiesta y eso fue lo que respondí, pasados algunos minutos enviamos fotos (de la cara) y descubrí a un hombre guapo (29 años, pelo negro), el cual ya me había dicho a que se dedicaba y en donde vivía. Al parecer yo no era el único que buscaba una charla amistosa.
Pasado un rato surgió la propuesta de tomarnos unas cervezas y hablar, la verdad el plan sonaba interesante, finalmente sería un rato pues yo ya tenía planes con mi amigo, accedí rápidamente y le propuse que fuera en casa de mi amigo, que era donde yo estaba, intercambiamos números y en cuestión de un rato llegó nuestro primer encuentro.
Esto les puede parecer extraño, ilógico o quizá mágico, pero al abrir la puerta sentí un flechazo, una extraña sensación de atracción y gusto (no fue foto trampa), mientras subíamos las escaleras no pude dejar de notar sus grandes y al parecer tonificadas piernas y su culo redondo (admito que fueron dos cosas que me gustaron de su físico), las primeras palabras que cruzamos fueron torpes y un poco tímidas, por suerte él no llegó solo, traía consigo unas cervezas.
Rápidamente la conversación fluida de una gran manera, los temas eran infinitos, los puntos de vista eran varios, las risas iban y venían, al parecer había conocido a una buena persona, con muchas cosas que admiro y me gustan de un hombre, como su humor y su inteligencia. 10:00 pm, era hora de irnos, mi amigo estaba listo, iríamos a Casa Tinta, una galería de arte al cumpleaños de un amigo artista, yo le propuse a J (así me referiré de ahora en adelante a aquel levante de Grindr) ir a la fiesta un rato, seguir hablando, para mi sorpresa el accedió y nos fuimos. La noche apenas estaba comenzando.
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En la fiesta todo parecía normal, la conversación siguió fluyendo, las cervezas embriagaron nuestras risas, las anécdotas, al parecer no solo a mí me cayó bien, a mi amigo y a las demás personas que estaban en la fiesta, J les pareció una persona agradable y extrovertida. No sé exactamente qué hora era, solo recuerdo aquella pregunta “¿Te puedo robar un beso?”, mi respuesta simplemente fue “si lo vas a robar no tienes que avisar”; ese fue el primer beso de esa noche, el primero de muchos.
Ya era de madrugada, la fiesta estaba por terminar, pero nosotros queríamos más. Nos fuimos al apartamento de mi amigo, por suerte existen los domicilios 24 horas y pudimos conseguir más cervezas, aguardiente y cigarrillos, la conversación parecía no tener fin, J seguía sorprendiéndome con sus palabras y sus comentarios, en ese momento puedo decir que cuando pidió una ranchera solo pude pensar “ME ENAMORÉ”, afectivamente así fue.
La madrugada llegó, la música fue perfecta, unas cuantas rancheras, unas cuantas baladas… Mi amigo se fue a dormir, me quedé solo en sala con J y los besos no se hicieron esperar, el amanecer ya se veía venir y todo al calor de un abrazo y un largo beso. Pasamos la mañana con un juego interminable de besos y caricias.
Ese domingo pasamos todo el día juntos, al despertar mi amigo preparamos almuerzo, volvimos a tomar algunas cervezas, vimos una película, el confesó que había dejado de ir a una carrera para estar así conmigo todo el día, no quería que las horas pasaran ni que los minutos acabaran. 10:00 pm, nos debíamos despedir, la rutina volvía a empezar al día siguiente, el abordó un taxi para su casa y yo uno para mía.
Lunes 29 de octubre, 8:00am, al despertar ya tenía un mensaje de buenos días de J, un mensaje no solo deseándome una buena semana, sino que también preguntando cuando nos volveríamos a ver, el corazón en ese momento me latía rápidamente, sentí sonrojarme, no sabía qué estaba pasando. Estuvimos hablando todo el día, me contó que su roommate y su mejor amiga estaban muy preocupadas por él, pues el sábado no había llegado a dormir, no había ido a la carrera (a la cual iría con una amiga y no sabía nada de él).
Olvidé mencionarles que el celular de J se descargó antes de la media noche y nuestro empalagoso “romance” le hizo olvidar ponerlo a cargar o pedir un cargador. Sus amigas no solo se preocuparon, si no que avisaron y preocuparon a la familia de J que no aparecía, mientras nosotros estábamos pasando una fantástica tarde juntos, sus familiares y amigos lo estaban buscando por toda la ciudad, imaginando lo peor. Cuando él llegó a casa y prendió su celular, se encontró con mensajes, llamadas perdidas, mensajes de voz de preocupación y angustia. La picardía de saber que estaba bien y de dónde y con quién estaba le hizo olvidar rápidamente los cuestionamientos de sus amigas y familiares.
Luego de esa pequeña pero muy dramática anécdota, sigamos con nosotros dos. Los días siguientes continuamos hablando, haciendo esas preguntas de cómo iban nuestros días y esperando volvernos a ver pronto.
Miércoles, 31 de octubre Halloween, Bogotá la ciudad caos, pero ese fue el día que escogimos para volvernos ver, el plan, me acompañaría a una “fiesta” en el centro de eventos Ágora, la noche era perfecta en medio del caos, mitad de la semana y con varios gin tonic en la cabeza los besos no se hicieron esperar. Sería la segunda noche que pasaríamos juntos. Esa fiesta acabaría rápido, y antes de que terminara decidimos ir a otro lugar (EL MURO). No pregunten el porqué, pero esa madrugada le pregunté si quería ser mi novio, para mi sorpresa él contesto que sí. Luego de la fiesta fuimos a su casa, sería la segunda noche y madrugada que pasaríamos juntos.
Han pasado 18 meses y seguimos juntos, técnicamente se podría decir que vivimos juntos. 18 meses en los cuales hemos aprendido uno del otro, donde hemos compartido momentos buenos y otros no tan buenos, en donde nos hicimos amigos, compañeros, cómplices, amantes, en donde cada día es mágico y aprendemos y crecemos como pareja.
Quizá esta aventura nunca hubiera empezado si yo hubiese seguido pensando en el futuro planeando e idealizando a un hombre perfecto o la relación perfecta, si no me hubiera mostrado tal cual soy, con mis virtudes y mis defectos, si no hubiera actuado naturalmente sin pretender nada más que una conversación. Y ese es quizá el consejo más sincero que les puedo dar, no tengan miedo a mostrase como son, a mostrar sus sentimientos, a expresar lo que desean y no acosar al tiempo ni al destino.