Como en los cuentos de hadas, pasas media vida buscando un beso que te despierte, a modo de Bella durmiente, donde un hermoso príncipe, recién bajado de un presuroso corcel ahoga en tus labios nacarados esas intensas ganas de… se me olvidó… no quiero decirlo… me duele… aún tengo miedo… ¿qué dirías sí te cuento que mi vida está vetada para cumplir mis sueños? Ya está pronosticado por la tradición y la fe de mis mayores que este amor es imposible, que los hombres no besan hombres. Gime entonces mi alma al comprender, que mi media naranja es gay.

Quisiera pensar que Sergio Urrego, este jovencito de dieciséis años que todo el país vio hace unas semanas, cuando decidió suicidarse, forzado por la asfixia provocada por unos adultos que emulaban entenderlo, ayudarle, para luego arrojarlo al precipicio y dejarlo ahogar, conoció un beso de verdadero amor. Aquel que los cuentos de hadas nos han negado profusamente, porque no encajamos en los estereotipos de una sociedad heteronormativa, taxativa y procaz. Amar diferente es un pecado, y la Iglesia se empeña en hundirnos en el más bajo infierno, como en un cuento de La Divina Comedia, condenados a suplicios eternos; olvidando que la palabras que nos esculpen desde la más tierna infancia -cuando no tenemos uso de razón-, grabadas como cincel ardiente, y que se repiten SIEMPRE en toda Misa: “Señor, no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Palabras de amor profundo que llama el centurión romano, intercediendo aquel hombre que lo dejaba sin aliento, aquel que le derretía su corazón pues sus besos eran como miel. Jesús, sin ningún reparo le dijo: “Ve con él, tu amado ha sanado”. Acostumbrados a que nos mientan, han traducido mal del griego estas palabras para acomodarlas a su discurso heteroformativo.

Sólo un beso, para que la vida tenga sentido. Uno con la fuerza eruptiva de los volcanes pero tímido como el penacho de un gorrión en la mañana. Un único beso para darle sentido a mil y una casualidades. Los libros también llegan a nuestras vidas, intempestivos como los besos, conectados misteriosamente para salvar nuestras vidas, en instantes en que decidimos continuar o desfallecer en una vida destinada a no amar. En momentos pusilánimes, donde nada tenía sentido, días en que no salía el sol porque me sentía solo y único en el mundo, un amigo me recomendó leerme Bajo la rueda de Hermann Hesse, premio Nobel alemán. Y a pesar de lo lúgubre que sentía la vida en esa etapa, algo llenó de color mi imaginación cuando me di cuenta que Hans, el protagonista del nobel teutón besa en los labios a su amigo, compañero de aventuras. Tuve que pasar varias veces mis ojos por ese párrafo para descubrir que efectivamente hay un beso homoerótico en ese libro. Años después me emociono leyendo Siddhartha, novela que recrea la vida de Buda y su fiel amigo Gonvinda, donde aparece también un beso gay. No he leído Demian, pero lo recomiendan como literatura lgbti.

Gustavo Álvarez Gardeazábal y su novela La Misa

Recientemente asistí a la Fiesta del Libro y la Cultura 2014. En tal esperado evento, Gustavo Álvarez Gardeazábal estaba firmando libros y promocionando su última novela ‘La misa ha terminado’, catalogada como el libro del año. Por casualidades de la vida me disfracé de sacerdote para animar la papayera y la fila de ávidos lectores en el Stand del Fondo Editorial Unaula.

Me ha llamado mucho la atención que el prolífico y escandaloso autor haya dedicado su libro a un escritor fallecido por Sida hace 16 años, autor de sólo 2 novelas y 1 libro de poemas. “Un beso de Dick”, su primer libro, -su nombre no denota aparentemente ninguna particularidad-, pero al profundizar un poco sorprende el hecho de llamarse así porque Molano leyó Oliver Twist de Charles Dickens cuando besa en la boca a otro niño. “Yo quisiera decirle a mi amigo que lo amo. O algo así. Pero a mí solo me salen besos”. Escribió Molano. Esa prosa lo hizo ganador del primer puesto en la primera edición del Concurso de Cuento y Novela de la Cámara de Comercio de Medellín en 1992, siendo jurados Carlos J. Restrepo, Héctor Abad Faciolince y Fernando Soto Aparicio. Libro disponible para su lectura en versión digital en la Cámara de Comercio, sin embargo, sólo he leído Vista desde una acera y lo recomiendo.

Para finalizar… hace mucho tiempo, en un país muy lejano, dos jóvenes príncipes iban caminando por un bello paraíso, cogidos de la mano, mientras unas gotas de rocío humedecían sus rostros. A lo lejos un arco iris doble se formada en el horizonte. Los turpiales volaban alegres cantando al unísono. De repente, sus dos bocas, como fieras aguerridas se juntaron, provocando una explosión atómica en la imaginación… y fueron felices para siempre.

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