Sentada en el suelo de una pequeña asociación en pro de los derechos LGBT, Leaphy Heng, una mujer trans, ofrece a los visitantes una taza de té mientras les habla sobre como en Camboya se vive y se siente la discriminación hacia la comunidad LGBT, concluyendo: “simplemente, un día la gente se dio cuenta de que existíamos” y argumenta con desenvoltura, que ahora tiene novio pero que hace algún tiempo tuvo novia por culpa de la presión social que existe en este país, y se siente orgullosa haber vivido su vida como la vivió siendo consciente que su caso marca la excepción pero no la regla.
En antiguos textos del siglo XIII aparecen referentes de relaciones homosexuales en este país, pero la realidad es que siempre la han hecho invisible hasta hace poco años que la ONU reveló un amplio informe de 2014.
Con relación a la cultura cristiana y musulmana, donde la religión conlleva fuertes prejuicios sobre la homosexualidad, el budismo que se practica en la gran mayoría de Camboya y en otros países de la misma región, no tienen el componente homófobo que estigma este grupo social, si no la tradición jemer de tener un único camino: matrimonio e hijos. “La homosexualidad nunca ha sido un delito en nuestro país, pero la presión social es muy fuerte”, afirma un portavoz de RocK (Rainbow Community Kampuchea). “En Camboya hay que casarse y tener hijos; si no, te conviertes en una deshonra para tu familia”.
Un joven camboyano cuando decide dar el paso de compartir su identidad sexual, por lo regular debe pasar por momentos muy duros en su vida, ya que debido a la estigmatización tanto en su hogar como en el colegio la discriminación es tan fuerte, que un informe de la empresa TNS, revela que casi un tercio de las personas del país que se reconocen como LGBT aseguran no haber salido del closet y una de cada cinco desea haber sido heterosexual.
Pero la presencia de la comunidad LGBT en Camboya va haciéndose cada vez más presente, por ejemplo los medios angloparlantes camboyanos abordan temas que hacen referencia a la comunidad gay y más este año que nació la primera revista queer, Q Cambodia.
Por ende este colectivo encontró un aliado tanto estratégico como inesperado entre los monjes budistas, ya que, “el budismo no conlleva los prejuicios de las religiones de Occidente, en ese sentido es mucho más tolerante”, explica Leaphy. “Buda consideraba que la gente tiene derecho a amar a quien sea, que la gente tiene derecho a ser amada, sin importar su género o su orientación sexual”, expresa. Por ejemplo, en el día del Orgullo Gay que se celebra cada año en Phnom Penh, los monjes bendicen a personas homosexuales para mostrar su empatía con la causa en un país donde más del 95% de la población practica el budismo.
Lamentablemente e indiferentes, al ejemplo que tratan de dar los religiosos a la sociedad, las familias siguen siendo el foco central de discriminación. Y aunque Leaphy no es tan optimista con el tema LGBT en su país, cree que “no es una prioridad para el gobierno” pero termina con un pensamiento positivo: “Si aceptamos lo que somos, si Buda nos entiende… Un día la sociedad lo hará también”.