La decisión implica un cambio en el paradigma de la sociedad griega en términos de progreso y derechos humanos, pues además de otorgarles el derecho a casarse, también les permite adoptar.
Grecia es ahora el país número 20 de Europa que legaliza el matrimonio homosexual, pero ya tenía un camino recorrido en temas de derechos de la población LGBTIQ+. En el 2015, por ejemplo, legalizó la unión civil de parejas del mismo género; en el 2017 reconoció legalmente la identidad de género y en el 2022 prohibió las terapias de conversión.
A pesar de la fuerte oposición de la Iglesia Ortodoxa, el proyecto de ley fue aprobado el 15 de febrero por la Cámara con 176 votos a favor, 76 en contra y dos abstenciones. El Primer Ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, del partido conservador Nueva Democracia, fue quien planteó la propuesta desde su época de campaña en el 2023; abrió el espacio para que las personas de su misma formación tuvieran libertad de voto, quienes en su mayoría se opusieron a la votación o se retiraron directamente del espacio.
Es un momento histórico
El país mediterráneo se caracteriza por su mezcla de tradiciones antiguas y valores modernos; sin embargo, gracias a las generaciones jóvenes, el territorio griego ha atravesado por diferentes modernizaciones tanto a nivel urbano como cultural.
Al ser un lugar que alberga tanta historia, es un destino turístico al que llegan personas de diferentes partes del mundo, sobre todo a ciudades cosmopolitas como Atenas y Tesalónica. Esto ha sido fundamental para que se diera un cambio social en el que la población griega se convirtiera en una más acogedora, no solo con quienes les visitan, sino también en temas de diversidad cultural, étnica y de género.
El hecho de que se legalice el matrimonio homosexual genera un quiebre en la cultura ortodoxa del país, pues tiene una larga historia de tradiciones religiosas y demás celebraciones que se hacen alrededor de este tipo de cristianismo. De hecho, el 11 de febrero se llevaron a cabo diferentes manifestaciones por parte de agrupaciones cristianas, apoyadas por la Iglesia, en las que se oponían a la ley que fue aprobada el jueves pasado.
“¿Quién soy yo para juzgar?”, dijo el Papa
El matrimonio hace parte de la cultura humana, es una institución social y legal que establece la unión entre dos personas que varía dependiendo del territorio, la religión y las prácticas culturales de las parejas. Históricamente, el derecho a contraer matrimonio se le ha negado a los sectores poblacionales LGBTIQ+ por cuestiones de discriminación y desigualdad, que se fundamentan en prejuicios, tradiciones culturales o interpretaciones religiosas restrictivas.
El Papa Francisco ha sido uno de los protagonistas para que esto cambie, pues para ser el mayor representante de la Iglesia Católica, tiene posturas mucho más flexibles que sus antecesores, que incluso van “en contra” de lo que la institución ha promulgado durante siglos. En el 2013, durante una conferencia de prensa, el Papa respondió a una pregunta sobre sacerdotes homosexuales diciendo: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?“; fue una declaración que enmarcó una apertura importante por parte de la Iglesia para las personas creyentes de sexualidad y/o género diverso.
Además, recientemente autorizó a los sacerdotes católicos para bendecir a las parejas del mismo género, lo que implica un cambio significativo y una nueva apertura hacia la protección legal de dichos vínculos.
¿Por qué es tan importante el matrimonio igualitario, si ya existía la unión civil legal?
Aunque no todas las personas tienen las mismas prácticas relacionales, el matrimonio sigue siendo un símbolo cultural y político importante para la humanidad. El hecho de que Grecia, país ortodoxo, reconozca el derecho de las personas diversas de poder unirse bajo matrimonio legalmente, implica un paso más hacia la inclusión.
Se trata de tener un verdadero reconocimiento social, de enviar un mensaje claro y directo de inclusión que acoge a los sectores poblacionales LGBTIQ+ bajo la misma legislación que el resto de personas. Esto da pie a que haya protecciones legales más solidas que ofrece la unión marital, en temas de adopción, herencia, atención médica, impuestos, seguros, e incluso de inmigración.
Sí, la unión civil también es una alternativa válida y un logro significativo para las luchas queer, pero mantenerla como única opción legal de unión para esta población sería seguir replicando una cultura discriminante de tratos diferenciales.