Cada vez que escuchamos estas dos palabras de tres y cuatro letras respectivamente, aunque sentimos un horrible pánico en nuestro interior, nos atrevemos a blanquear los ojos y fingimos ignorar el tema por querer creernos superiores a las situaciones, promulgamos ser cuidadosos con nuestra sexualidad y sin embargo no somos capaces de detenernos dos segundos en un momento de calor a buscar un preservativo.
Consciente o inconscientemente ignoramos la cantidad de riesgos a los que nos exponemos cuando llevamos sin precauciones ni responsabilidades, una vida sexual activa, más allá de la que sea nuestra identidad sexual. Porque el VIH y el SIDA no diferencian entre género, preferencias, razas, ni niveles sociales o religiones, ni es un “castigo divino”.
Treinta años atrás o más, fueron muchas las víctimas que esta pandemia cobró, entre los que se encontraban líderes sociales que lucharon a capa y espada por los derechos de la población en medio del estigma y los prejuicios desde sus ámbitos profesionales y personales, donde además eran aislados y juzgados como impuros por un virus que ni siquiera tenía nombre, frente a gobiernos que buscaban ignorar lo que ahora es llamada una problemática de salud pública.
En realidad las palabras VIH y SIDA, son eso, simplemente dos palabras, nombres que encierran dentro de sí mismas dos etapas muy diferentes de un virus, pero que finalmente no definen a nadie, porque no somos lo que carga nuestra sangre, pero sí somos responsables de lo que vivimos.
La sentencia de muerte que el VIH era tiempo atrás ya no tiene relación alguna con lo que ahora viven los millones de personas alrededor del mundo que se encuentran diagnosticadas con antirretrovirales, pero pareciera que, junto a los avances de la ciencia, la gente le hubiera perdido el interés a prevenir la infección, el temor al riesgo.
Este 1 de diciembre como DÍA MUNDIAL DEL SIDA o DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CONTRA EL VIH, no es simplemente el día en que todos pintamos nuestras redes sociales de rojo y canales como Discovery, History, MTV, entre otros, centran toda su atención en el tema; es en realidad, un día para detenernos en medio de la rutina y monotonía, mirarnos al espejo y preguntarnos ¿qué tan consciente soy de cómo vivo mi sexualidad? ¿Estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis actos?
Este día es para perderle el miedo a hablar del VIH/SIDA, es hora de acabar con el prejuicio y ser capaces de sentarnos a conversar sobre el tema, irnos a los centros de salud de cada ciudad y pedir un examen de sangre para éste y muchos otros virus que hacen parte de las ETS, decirle al mundo que afrontamos la realidad.
No nos tapemos más los ojos, démonos cuenta que convivimos con el VIH día a día en nuestro entorno y que los casos de infectados cada vez aumentan más y más en el mundo, abramos nuestro panorama sobre el tema, aprendamos de aquellos que son indetectables, de las parejas serodiscordantes, del PrEP y mucho más.
Este 1 de diciembre es para honrar aquella generación perdida de los 80’s y 90’s tomando conciencia de lo que vivimos, digámosle no más al VIH/SIDA examinándonos, usando preservativo y eliminando prejuicios, no esperemos que otros lo hagan por nosotros, porque lo que vivimos es nuestra responsabilidad y estoy seguro que ninguno quiere lamentarse cuando ya sea tarde.