Vivir como habitante de calle y las complejidades que esto implica, fueron la realidad de Jhon Jairo Palacio Gamboa durante 20 años de su vida. Ahora, 10 años de resocialización le han abierto otras puertas.
En el año del ’87, Jhon Jairo se enfrentaba a una separación familiar con la mamá de su primer hijo, debido al licor y las drogas. Este punto de quiebre lo llevó a encontrar en las calles de Medellín, el espacio en el cual viviría durante 20 años en medio de una rutina de consumo que le costó sus sueños y lazos familiares.
Ahora, a sus 61 años, luego de haber logrado llevar a cabo su proceso de resocialización hace 10 años, con ayuda del equipo profesional del Centro Día II en el Sector de la Minorista, que hace parte del sistema de atención al habitante de calle de la Unidad de Programas Sociales Especiales (UPSE) de la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín; Ospina sonríe al hablar de su rutina del día a día que le ayuda a seguir en pie con sus estudios y sus sueños.
En el Censo a Habitantes de Calle, publicado por el DANE en marzo del 2021, se reveló que en el 2020, Colombia contaba con 5.043 habitantes de calle, de los cuales el 84,9% se identificaban como hombres y el 15,1% como mujeres.
Jhon Jairo ejerció durante su juventud como deportólogo, fue profesor de educación física y juzgamiento deportivo, fue instructor de pesas, gimnasia rítmica, aeróbicos y árbitro de fútbol y microfútbol; pero el consumo de bazuco y el licor lo llevaron a dejar el deporte atrás para sumergirse en el mundo de las calles del centro de Medellín durante la década de los 90.
“Pasé de trabajar para drogarme a alimentarme con lo que me regalaban en el restaurante donde ayudaba a hacer el aseo, barrer y trapear, fueron ellos quienes me incentivaron a cambiar y recuperarme. Yo sabía que eso no era lo que quería para mí, luego de ver toda mi juventud consumida”
En un allanamiento de la policía a la casa de vicio donde iba a dormir su rodilla fue golpeada, viéndose expuesto a tener que dormir junto a la cancha de la Plaza Minorista hasta que el dolor lo llevó a acercarse a Centro Día II, donde se le prestó asistencia médica y acompañamiento psicosocial.
“Ya cuando me recibieron en Centro Día II, decidí no volver a salir de allá durante más de un año, hasta sentirme recuperado”
El frío, el maltrato y la postura al dormir en la calle lo afectaron con desviación de columna, separación de vertebras, descalcificación en los huesos y lumbagos, problemas que ahora le imposibilitan seguir practicando deporte. Pero, su generación de ingresos en la actualidad, es gracias a la tradición chocoana que su madre le dejó, vendiendo salpicones y ensaladas de frutas con materia prima seleccionada y organizada por él mismo, para darle la mejor calidad a sus clientes.
Su motivación ahora, además de sacar adelante su economía personal para lograr a sus 61 años, seguir persiguiendo sus sueños, es ayudar a quienes fueron sus compañeros de vivencias en la calle y a las nuevas generaciones, “porque cada vez hay más habitantes de calle y cada vez más jóvenes”, es acercarse a esta personas y poderles hablar de sus 20 años allí.