FOTO CORTESÍA: Sentiido

Al realizar un diagnóstico sobre la poca visibilidad con la que contamos las personas Trans y las violencias ejercidas sobre nosotros, se puede evidenciar que éstas aumentan o disminuyen de acuerdo a factores culturales, étnicos, económicos, políticos, educativos y sociales que se entretejen a nuestro alrededor.

Pese al trabajo arduo realizado por parte de líderes, organizaciones y en algunos momentos por instituciones privadas y públicas, nuestras realidades siguen siendo invisibles, haciendo que sean conocidas sólo por algunos sectores poblacionales, pero desconocidas por una inmensa mayoría de la sociedad. Una mayoría que se limita a pensar que todas las personas Trans somos iguales, que simplemente vivimos en la oscuridad y, lamentablemente, esto conlleva a que cuando salimos de ella, el sentimiento generado en ese otro sea el miedo.

Esto es el producto del desconocimiento de quiénes somos, qué queremos y buscamos, nuestros intereses y la manera en la que planeamos nuestras vidas. Finalmente, lo que realmente anhelamos es vivir nuestras vidas o como dice la canción “vivir la vida loca”.

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El desconocimiento nos pone en otro lugar, en el cual el mensaje es que no debemos existir, somos traidores y gente que debe ser castigada por desviarse del camino correcto.

No conforme con esto, se tiene el precepto de que solamente vivimos para el placer, la lujuria y aquellos actos que se le imponen a quienes desestabilizan las normas morales y las “sanas costumbres” de la sociedad, en la que las personas se denominan “gente de bien”. También se debe tener en cuenta que además de los calificativos impuestos por la sociedad, esta misma nos quita derechos fundamentales como la apropiación del espacio, la educación, la vivienda, las oportunidades laborales y ni hablar de la salud, que ya suficientes dificultades tiene para encargarse de quienes viven sus vidas “correctas” dentro del sistema, como para atender los caprichos de la gente “rara”. Claramente, esto es solo publicidad errada, distorsionada y falsa.

El problema es que éste termina siendo el mensaje que reciben nuestras familias, amigos y hasta quienes desean construir un proyecto de vida en pareja y ser parte de nuestras vidas. Mensajes errados que al ser repetitivos terminan volviéndose verdades dentro del pensamiento colectivo, verdades falsas que terminan dañándonos, pero no solo a quienes vivimos una experiencia de vida Trans, sino a quienes nos aman, y quienes desean amarnos, que deben soportar la carga de ser también estigmatizados y cuestionados cuando no replican lo que ha hecho la sociedad al castigarnos y reproducir mentiras.

Pero ellas y ellos, quienes muestran simpatía y cariño también terminan en un lugar de exclusión, violencia y miedo, pues les ven como cómplices de quienes somos –como si la simple existencia ya fuera un error que debe ser castigado-.

Durante este tiempo de acompañar familias, al enterarse de que uno de sus miembros tiene una experiencia de vida Trans, las madres, padres y el resto de los miembros exponen:

“No sé por qué le dio por vestirse así, ser así, como usted, se hubiera quedado como lesbiana o gay, pero que mi hijo se vista de mujer, me asusta, me asusta lo que pueda vivir, pueda pasar, puedan hacer y esto me da mucho miedo. Además, que van a decir nuestros amigos, mis otros hijos, la familia, los vecinos y la gente que nos conoce, le van a golpear y va a vivir el rechazo, sé que le va a tocar muy duro y no es lo que quiero. Me equivoqué en como le eduqué, el permitirle tantas cosas y esto me hace sufrir, es mi culpa”.

En el caso de los hermanos la pregunta es:

“Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Yo le dije a mi mamá que debían darle más duro, tratarlo como un macho, ahora sí me da mucha vergüenza. Este es un problema familiar y vamos a ver qué hacemos con este muchacho. Pero usted qué sabe de eso, ¿qué podemos hacer por él o por ella?”

Personalmente, cuando yo decido decirle a mi familia sobre la decisión de asumir mi tránsito, después de mucho pensarlo, creí que sería el primer lugar donde encontraría apoyo.

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Por el contrario, encontré un lugar hostil

Mi madre se derrumbó, pero no porque no me amara, sino porque tenía miedo de los prejuicios y lo que me pudiera pasar. Lo que más me sorprendió es que mi hermano se lanzara a golpearme y me dijera: “Esto es lo que va tener que acostumbrarse a vivir”. Por mi parte, le tomé la mano y le dije: “Esto no es lo que quiero para mi vida”.

Con ello vinieron los cuestionamientos: ¿Qué vamos a decirle a nuestros hijos, los amigos y la gente que nos conoce? Eran muchas preguntas y todas basadas en el desconocimiento y la desinformación que tenían de lo que significaba la experiencia de vida Trans.

Y qué decir de quienes eran mis amigos, de quienes en realidad su amistad, aquí se puso a prueba.

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Trans
ILUSTRACIÓN: BENEDETTO CRISTOFANI

Recuerdo que uno de ellos me dijo: “Si vienes a mi casa, ven así, sin vestirte como mujer. Es que me daría mucha pena que te vean entrar a mi casa y no sé cómo decírselo a mi mamá”. Se supone que eran a quienes yo había llamado amigos y quienes se hacían llamar mis amigos. En este punto debo hacer una aclaración, esta no fue la reacción de todos, siempre hay quienes deciden quedarse.

Pero no quiero centrarme en mi vida, es mi propia realidad vivida, solo quiero que se denote que todos estos sentimientos mostrados tanto por mi familia y amigos, son los claros ejemplos de lo que otras familias y amigos de personas Trans deben vivir.

Todo vivido desde el miedo, el señalamiento y la recriminación que creen deben asumir cuando uno de sus miembros vive una experiencia de vida Trans, y es más fácil abandonar que asumir, así expresen palabras y sentimientos de apoyo y respeto, esto siempre viene acompañado de una delgada línea divisoria que enuncia “te acepto y respeto, pero mantente en tu lugar”. Y deciden que es más fácil perder seres queridos que comenzar a caminar a su lado. Claro, algunos llegan a descubrir que solo la envoltura cambia, pero la esencia de ese preciado regalo de la vida queda intacto y vale la pena darle un lugar.

Y ni qué hablar de quienes demuestran una atracción erótica y afectiva por las personas Trans, que prefieren ocultarnos o, sencillamente, nunca asumir este deseo y afecto por el miedo a ser cuestionados. Por esto, en vez darse un lugar en nuestras vidas, prefieren una noche, un momento y la búsqueda de como erotizarnos y hasta usarnos, para sentir que logran medianamente llenar este deseo, que temen vivir, ser felices y lograr existir públicamente en una relación con una persona Trans.

Las parejas que he podido acompañar, siempre hablan que su mayor miedo es que sus familias, amigos y entornos sociales se den cuenta de que pueden amar a una persona Trans, para evitar ser públicos prefieren vivir ocultos y frases como “le llevo a lugares donde nadie nos vea” están a la orden del día, eso sí, esto en los casos más arriesgados.

Recuerdo un gran cariñito que tuve, todo fue bien hasta que su mamá se dio cuenta que yo era Trans, ese día todo terminó.

Claro, seguimos viéndonos a escondidas para hablar y saber de nuestras vidas, ya que ese amor estaba muy vivo, sin embargo, nadie podía enterarse. Meses después, él muy amablemente me invita a cenar para contarme que se casaría y no quería que me enterara de ello por terceros; le abono su respeto por lo que yo pudiera sentir.

Otra de esas anécdotas que son importantes destacar, fue la de alguien que decidió asumir su relación públicamente, pero este acto de valor terminó en malas relaciones con su familia: le cuestionaron su masculinidad, le intentaron quitar a su hijo y, como si fuera poco, le aíslan de la familia.

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Todo esto que les he narrado, me hace pensar en la necesidad de comenzar a hacer visibles esas violencias que soportan quienes nos acompañan y aman, aquellas violencias de las que no se habla, que son dañinas, que desintegran tejidos sociales, fracturan a las familias y hacen que se pierda el verdadero valor de las redes de apoyo, todo solo por creer en mentiras y prejuicios que se nos atribuyen a las personas Trans.

Si todas y todos asumiéramos que el tránsito de la persona Trans es también nuestro, todo esto que les he descrito anteriormente sería invalidado. Por ello, es necesario que más gente, familias, amigos y parejas de personas Trans, saquen pecho, se pongan la camiseta y se hagan visibles, es la única forma que otras y otros se nos unan y nos den el lugar que nos han negado.

Es así como las palabras de la creadora del día de la visibilidad Trans, Rachel Crandall, tomaran sentido:

“Ser visible es la única opción si queremos que la gente nos entienda, nos vea como somos y nos conozca. Si todo lo que hacen es leer acerca de ello no va a parecerles real. Necesitan ver nuestras caras”.

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