Una de mis canciones favoritas de El Canto del Loco, “Un millón de Cicatrices” trae a colación el “manual de cómo hacerme un hombre”. Un texto que según dice Dani Martin se encuentra guardado en un cajón en conjunto con el corazón y un sentimiento, el afecto.
Este manual al estar al lado del afecto parece que despierta la preocupación de muchas personas que sienten cariño por nosotros. Muchos se atreven a ser los autores del sumario, otros tantos solo prueban cuestionarlo.
Sería tan sencillo directamente seguir unos pasos para evitar tantos problemas que surgen en la adolescencia. Nos evitaría tantas preguntas, tantos errores, tanta desesperanza, tanto llanto.
Honestamente mi adolescencia fue llena de dolencias, creo que el nombre le sale perfectamente. No eran dolores físicos, era el bullying escolar, el lio de no entender mil cosas que me pasan, los problemas en casa, la presión social y un sinnúmero de dificultades internas.
En mi época de los señalamientos, en secundaria, por la compleja tarea de amar diferente me llevaron a cambiar algunos de mis actos bajo cierto manual, sin autor conocido, con errores y lleno de homofobia.
Hoy discuto aquellos señalamientos de mis allegados, que por bien o, más bien, por mal querían reescribir aquel manual para hacerme “un hombre”. Estaban escribiendo un sumario, cual antiquísimo “Manual de Carreño”, que no hacía más que aumentar los señalamientos.
“Camine bien”, “hable grueso”, “no gesticule tanto con la boca”, “no cruce las piernas”. Estaban preocupados por una estética personal que parecía disgustarlos, creían que había elegido ser “niña” y debían corregir estas acciones.
Quiero escribir mi propio manual
El manual verdaderamente debería ser entregado sin distinción de género u orientación sexual. Debería tener pocas páginas escritas que expliquen la ardua tarea de crecer. Aunque el imaginario colectivo lo ve como doloroso y difícil, debería explicar que es una transformación hermosa que nos va moldeando según las circunstancias de la vida. Debería tener una serie de páginas en blanco para autoescribirlo.
Estaría, luego de un tiempo de escritura, lleno de tachones como reflejo de la madurez y el cambio de ideas. Sería un manual imperfecto, un manual siempre incompleto y con muchas actualizaciones. Un manual propio, escrito a puño y letra del autor quien asumirá las consecuencias de lo plasmado.
El manual entonces se va construyendo de a poquitos, y en esas estamos, caminando más despacio para poder admirar el paisaje.