Han pasado ya dos meses de confinamiento y, aunque muchas cosas se han ido acomodando a este nuevo normal, hay sentimientos que no mutan. Uno de ellos es el miedo a enfermar.
La inseguridad, las preguntas, la ansiedad de una prueba, un resultado positivo, el rechazo social, la medicina, el miedo a tocar… Todo esto lo hemos sentido las personas que vivimos con VIH. Y no solo los que ya lo tenemos, sino los que la sociedad les ha dictado que seguramente lo van a adquirir: gais, mujeres trans y trabajadoras sexuales.
Recuerdo la primera vez que enfermé después de recibir mi diagnóstico. Nada grave, la verdad, una virosis estacional que en una semana larguita se me quitó con medicina. Aún así, fue una de las semanas más complejas.
Tenía miedo, mucho miedo. Me habían indicado que podía vivir tranquilamente con esto y un par de meses después ya estoy enfermo. Me pregunté si así sería siempre, si todo me iba a dar más grave, si podía tomar medicamentos o me haría daño, quise saber qué tanto dañaría mi sistema inmune. Tenía miedo, mucho miedo.
Lo peor del asunto es que nadie podía entender lo que temía. Ni el médico, ni mi familia, ni mis amigos, ni mi pareja que apenas estaba conociendo. Ninguno de ellos sabía que era tener un virus que tiene el estigma de acabar con tu vida. Pero ahora todos tienen miedo.
El miedo puede ser peor que la enfermedad. Sé que si sube su temperatura y tosen un poco inmediatamente se cuestionan si es COVID-19, se preguntan cuánto tiempo lo habrán tenido, si tal vez habrán contagiado a alguien, qué hacer, a quién llamar, ¿voy a estar a bien?
Eso mismo lo he sentido yo, y lo ha sentido cada persona con el mero hecho de realizarse la prueba de VIH. Lo sintió el que se enfermó del estómago unas semanas después de tener relaciones sin protección, lo sintió cuando le dio fiebre mientras esperaba el resultado, lo sintió cuando su pareja le informó que dio positivo.
Así como cuando te dicen que tienes VIH y te piden que le informes a las parejas que has tenido, si te diagnostican COVID-19 te dicen que les des una lista de todos con quienes tuviste contacto. Porque tienes una responsabilidad al poder infectar a alguien más.
Te mandan a encerrar, a no tocar a nadie. Si se enteran tus vecinos, ¿van a temer hablar contigo? Si te ven en la ventana, ¿te van a señalar? Si te encuentras con ellos unas semanas después, ¿te van a llamar irresponsable por salir a la calle? Si alguien se infectó por mi culpa, ¿me podrían demandar?
Nos han enseñado a temer la enfermedad sin considerar la carga mental que eso representa.
Por años han cargado ciertos virus con grupos poblaciones, con responsabilidades, con señalamientos, con temores. Ahora sí nos reconocemos por igual frente a una condición, ahora entendemos lo temeroso que es. ¿Se imaginan que los obligaran a vivir con estos miedos incluso después de que haya un tratamiento? Eso es vivir con VIH.