El Festival Antioquia Vive Diversa 2015 y la Marcha por la Paz, la Diversidad Sexual e Identidades de Géneros 2015 son un nuevo punto de partida y no el fin del movimiento social diverso de la ciudad.
En referencia a la publicación de Alejandro Gamboa en el portal web “Bajo la Manga” titulada “Volvimos a marchar y la política LGBTI nada que arranca” del martes 7 de julio, tengo que señalar que aporta puntos valiosos a la crítica, sobre todo en lo referente a la miopía e ingenuidad por parte de la Administración Pública de la ciudad de Medellín con respecto a la aplicación del acuerdo 08 de 2011, Política Pública para el reconocimiento de la diversidad sexual e identidades de género y para la protección, restablecimiento, atención y la garantía de derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas e intersexuales (LGBTI) del Municipio de Medellín; pero al mismo tiempo tengo una mirada un tanto distinta acerca de algunos elementos que no comparto, pues para empezar, no tengo duda que este año la Celebración del Orgullo ha sido y quedará como un hito histórico para el movimiento LGBTI de Medellín.
En lo concerniente al polémico recorrido, es probable que para algunos actores y sujetos tenga un sabor agridulce la marcha, quizás en la nostalgia de lo que siempre hicieron y la resistencia a las nuevas formas de ser, sentir y hacer que se están abriendo paso en la sociedad y sobre todo en la comunidad diversa de esta ciudad. Quizás se haya pasado por lo que para ellos sea el “patio de atrás” de la ciudad, “escondidos” dijeron algunos, tan acostumbrados como están a que sólo en la sobre exposición, en la grandilocuencia y en una estética de lo exterior esté la clave para leer lo LGBTI, lenguaje que les ha sido difícil de superar.
Sin embargo, para muchos otros que queremos re-significar y profundizar en la construcción de una sociedad en clave diversa, es inaceptable decir que la ciudad tiene “patios traseros”, la nuestra, la capital de la desigualdad, del oropel y del mostrar, hay que habitarla, vivificarla, apropiársela toda, la de los grandes edificios y amplias avenidas y la de los callejones y plazas donde suele refugiarse el prejuicio y donde alguna vez quisieron sellar la diversidad en guetos, es así como creo que se erradica la exclusión y se supera lo cosmético para dar paso a lo importante. Lo LGBTI tiene mucho de color, lo fashion y lo estrafalario son elementos que le ponen la especia a sus expresiones, pero esos, aunque importantes, sólo son aspectos pequeños de la inmensidad de elementos que le acompañan.
Sobre la organización y el trabajo que dio como resultado el primer Festival Antioquia Vive Diversa, sólo puedo decir que ha dejado experiencias que antes no se hubieran creído posibles de alcanzar. Hubo construcción desde los colectivos y de multiplicidad de personas y organizaciones que se sumaron a este esfuerzo al cual es injusto calificar de pagado y hecho a última hora; esa confluencia entre otras cosas, permitió que se superara la cooptación tradicional de algunos actores que sin negar su papel determinante, por mucho tiempo fueron las “vacas sagradas” que se abrogaron el derecho de decir cuándo, cómo, por qué, por dónde, con quiénes y hasta dónde la comunidad LGBTI debía manifestarse. Algunos de ellos se negaron a la propuesta incluyente, hicieron oídos sordos a la mano que un grupo diverso y de todos los rincones de la ciudad y muchos lugares de Antioquia le extendieron en reconocimiento a su labor pasada, le dieron la espalda a una propuesta verdaderamente horizontal y democrática de la que nació una plataforma con interesantes propuestas.
La Alianza Social LGBTI para Antioquia (que primero se pensó para Medellín y amplió su alcance y acogida) demostró que podemos caminar de la mano y construir juntos, sacó del anonimato muchas iniciativas y aglutinó distintas miradas desde distintos sectores; hubo espacio para el arte, la reflexión académica, la reivindicación política y la re-significación de sujetos, quehaceres y lugares, pero sobre todo se creo como punto de anclaje de las propuestas diversas de toda la ciudad, el escenario en el cual muchos se vean a la cara y dejen de ser aislados y descoordinados, todo esto rematado y, en gran medida, legitimado por una masiva asistencia, un mar de gente que atravesó la ciudad por lo que algunos califican de “patio trasero”, frente a lo cual otros quizás preferimos pensar que la comunidad LGBTI no le da la espalda a ningún sitio de la ciudad por el contrario, el corazón de la sociedad está justo allí por donde pasa y se vive la diversidad.
Los críticos sobre la legitimidad de la pasada marcha parecen no percatarse de que la masiva mancha multicolor de personas, constituida por más de 20 mil asistentes que se reunieron en Carabobo norte, grito a su manera y a su ritmo “acá estamos presentes”; esto, en mi concepto, constituye la prueba de que no hubo tal cooptación del movimiento social, sino más bien que es el comienzo de la paulatina y progresiva apropiación por parte de la comunidad LGBTI de su visibilidad y, también, de lo mucho que le corresponde aportar en el avance político y en la concepción de un nuevo espacio de ciudad.
Si la Administración y algunos escépticos y críticos pensaron que se vendió la comunidad LGBTI están más que equivocados. Este nuevo movimiento es un cambio de postura fundamental que sin jugarse su independencia y sin abandonar el reclamo, toma para sí lo que va conquistando. Esta unión de ideales, visiones y voluntades le ha dejado claro a la Administración que, cuando quiera minimizar las acciones que tengan estas manifestaciones o cuando quiera frenar las aspiraciones para desarrollar la Política Pública LGBTI, tendrá que verse a los ojos con la Alianza y el mar de personas que la acompañó.
Quizás soy optimista y me sorprende serlo porque normalmente soy un escéptico más, pero me respalda el haber estado, atestiguado y trabajado con todos, haber visto el inmenso amor y sacrificio de muchos; las dificultades que se sortearon certifican que esto no fue un esfuerzo pre-pagado, acá nadie ganó un solo peso y por el contrario invirtió tiempo, esfuerzo y corazón que no pueden ser valorados monetariamente ni mucho menos pagados. Pero sobre todas las cosas, lo fundamental son los planes de mantener viva la Alianza para que sea un espacio de largo aliento, con aspiraciones ciertas, que además de impulsar la aplicación de la Política Pública LGBTI de la Ciudad, apuntale el esfuerzo para que se convierta en política departamental.
La Alianza Social LGBTI para Antioquia no es un embeleco de un mes antes de la marcha del orgullo, sus productos no son la publicidad mencionada sino los lazos que construyó y está construyendo, haremos que la Administración gaste millones, más que los de este Festival, que las comunidades reconozcan en sus sectores lo diverso y lo prioricen en sus ejercicios de presupuesto participativo, que las diferentes secretarías cumplan el deber que tienen con los ciudadanos, más aún cuando están organizados más allá del reclamo, cuando están coordinados para proponer y ejecutar acciones en bien de todos por igual.