El 24 de enero de 2015, en su finca El Porce en el Municipio de Tuluá-Valle

Por Luis Fernando Gil Monsalve, enviado especial egoCity
Historiador, Consejero de Cultura Medellín

 

Primero, quisiera que me contara su versión de los hechos. ¿Qué pasó en La Luciérnaga? ¿Qué más podemos saber más allá de la declaración que usted ya dio en los medios? ¿Cuál fue la verdadera causa de su retiro?

Hubo una confluencia de factores. Presiones hogareñas a Peláez, antipatía de su yerno Juan Meza en mi contra y deseo de los dueños de Caracol de hacer parte del unanimismo mediático a favor del gobierno Santos. La idea debió haber sido presionar a Peláez para que saliera de La Luciérnaga porque mientras él estuviera, no me dejaría sacar.
El resto fue un coctel machista y homofóbico muy fácil de percibir con las solas declaraciones al periódico El Tiempo del nuevo director Gustavo Gómez y un ronroneo en las mesas de Juan bogotanas donde se repetían frases antigay y promilitaristas de Gómez en sus artículos en Soho y El país y la más repetida en corrillos santafereños “Gómez no trabaja con locas”
 

¿Es esta la primera vez que usted se siente afectado profesionalmente por su condición homosexual, o por el contrario es un factor que le ha dado voz?

A lo largo de mi vida pública siempre terminan poniéndome contra la pared con el argumento de que soy marica. Pero como los enseñé a respetarme y les respondí siempre con el mismo respeto, nunca antes se había podido detectar que los golpes duros de la vida eran movidos en el fondo por un fastidio que les causa mi siempre pública condición sexual
 

¿Cree que el periodismo en Colombia es un campo amigable para los periodistas abiertamente gays. Y particularmente el periodismo de fondo, o de investigación?

Salvo la Luciérnaga donde a más de permitirme toda libertad de expresión y yo permitir a su vez el gracejo amable por mi actitud sexual, solo veo opciones en farándula, como en La Red.
 

Estamos en una coyuntura importante para el avance de los derechos de la comunidad LGBT en Colombia y en Latinoamérica. ¿Piensa usted que con su salida de la Luciérnaga se está silenciando una voz importante en ese proceso de visibilización de nuestra comunidad?

No hay la menor duda es un golpe durísimo. Yo soy (como lo dijo Arcadia hace unos años) “el ícono gay de este país”.
 

¿Ha recibido propuestas concretas para continuar su labor como periodista?

Hasta ahora ninguna. El veto es total. Me va tocar armar un rancho aparte.
 

Al utilizar la frase “Gustavo Gómez no acepta la inteligencia de los maricas para trabajar en bien del país”, lo hace de manera consciente? ¿Y en respuesta a ello, considera usted que quienes hacemos parte de la comunidad LGBT, tenemos algunas fortalezas y mejores aptitudes para trabajar en bien del país?

 

¿En la columna de Daniel Coronell, titulada El bazar de los idiotas, publicada el 10 de enero de este año; lo relacionan a usted con el escándalo de la columna “Juan Paz” de El Mundo, del periodista Jairo León García y dice que su salida de La Luciérnaga puede ser un caso similar. ¿Qué piensa al respecto?

Podría ser si la mano de Santos y no de los santistas que lo rodean estuvo metida. Pero como coincidieron el mismo día Gómez atacándome machista y militaristicamente desde El Tiempo y Coronel desde Semana acusándome sin prueba alguna de que yo cobro por dar las noticias usando el injusto y derrocado silogismo aquiniano de cómo soy amigo de Juan paz y de Calderón y uno de ellos firmó un contrato con la registraduría para vender sus servicios profesionales, yo tengo dizque que hacer lo mismo… injusto y desproporcionado. Pero de los colegas de clóset podemos esperar cualquier cosa.
 

¿En algunos medios y algunos periodistas se han atrevido a afirmar que usted se vale de su condición como periodista abiertamente gay para poderse victimizar y respaldan esa información con una supuesta falta de pruebas que demuestren la homofobia de Gustavo Gómez. Es cierto eso?

Nunca me he victimizado. He leído las declaraciones de Gustavo Gómez y solo contra ellas he reaccionado. El y Caracol tenían todo el derecho a decirme que conmigo no trabajaban. Pero él no tenía derecho a minimizar mi oficio a través de frases machistas y homofóbicas

  

Gustavo Álvarez Gardeazábal, El porce, Tulúa, enero 24 15

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