FOTO: losreplicantes.com

En el comité editorial de egoCity lo pensamos mucho antes de darle protagonismo a un grupo ultracatólico-homofóbico y su campaña transfóbica contra menores de edad.

“Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen” es el mensaje que desde el 27 de febrero se puede ver en un autobús que circula por las calles de Madrid en lo que han denominado la ruta “de la verdad”.

La verdad es que no tiene sentido el alegar sobre la “verdad” que va ligada, para este grupo, con la “normalidad”. El mismo Jesús lo dijo: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8:7). Nos parece poco relevante insistir en las vulvas y los penes cuando el binarismo de género está mandado a recoger.

La existencia del “mero, mero macho” o de las “rosa es solo para nenas” no encaja en los estilos de vida actuales. Por más católico que se sea, vivimos en el planeta tierra y socioculturalmente no estamos afrontando la vida así.

Entramos de nuevo a restringir el uso de la genitalidad, otro hecho en desuso para el control social. La iglesia católica añadió el celibato, la castración doctrinal, cuando no podía controlar las familias de los sacerdotes y su derroche de riqueza.

Las religiones que restringen lo que somos tampoco nos representan. Cada vez que Francisco en su púlpito habla, cada vez es más crudo y hasta llama “hipócritas” a los creyentes, de frente, por su tibieza con la fé.

Creer en Dios es más que apadrinar doctrinas, es más que tomar un bus naranja y restringir el uso de nuestros genitales, es abrazar a los niños, es llamar pecado lo que de verdad es pecado y no lo amañado por los sacerdotes.

¿Otra vez contra los niños?

No me cabe en la cabeza la cruzada inquisidora católica contra la niñez. Sus abusos sexuales (ver el reciente caso del cura caleño) y sus avanzadas en favor a lo “natural” para mostrar una fé aparentemente firme es un acto que en vez de acercarlos, los mantiene al margen.

Usando el mismo vocabulario del Papa, les recalcó lo “hipócritas” que son porque defendieron a capa y espada la “familia natural”, saliendo multitudinariamente a exponer sus verdades amañadas sobre la familia cuando la Biblia es la mejor muestra de la diversidad.

Defendemos que los niños pueden tener vulva y las niñas pene, porque el sentir muchas veces es más natural y propio que la realidad física, nuestro cerebro (creado por Dios) es una estructura compleja que aún no podemos controlar; porque el “restringir” crea más heridas que el “dejar ser”.

El crecer en un ambiente de odio no es “natural”, no es humano, no es justo. La vida está llena de colores y afrontarlos, respetarlos y, tal vez ¿porque no? aceptarlos, es la manera más revolucionaria de revivir la fé.

Liberen a los niños de sus ataduras, dejen de usarlos como títeres y crean en la verdadera revolución de Jesús que solo es visible si como él miran al prójimo con ojos humildes lejos del señalamiento.

Lejos de la burla, propongo una oración por aquellos que miran con odio y resentimiento al diferente para que Dios lo acoja en sus brazos. De mi parte los perdono…

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