Sandra lleva varios años trabajando como psicóloga en un colegio privado. Hace poco, en una charla con padres de familia, una mamá le manifestó su preocupación por la homosexualidad, un tema que para ella está de “moda”. En seguida, otro padre, muy decidido, agregó: “Tenemos que proteger a nuestros hijos de este tipo de cosas”. Otra madre, con voz plañidera, se mostró muy preocupada de que hubiesen niños con manifestaciones homosexuales desde temprana edad. Con excepción de unos pocos, a todos les aterraba que sus hijos crecieran viendo “eso”.

“Eso” a lo que tanto temen -que a veces prefieren no nombrarlo, como si así fuera a desaparecer- es una condición natural que ha estado presente a lo largo de la historia: Antigua Grecia y Roma, sociedades primitivas en África, Asia e islas del Pacífico (por nombrar solo algunas). “Eso” que no se puede considerar contra natura porque se ha observado en 1500 especies de animales y documentado en más de 500. ¿También los animales actúan contra natura en tal proporción? ¿También están poseídos por el demonio? “Eso” que no se puede llamar “moda” porque no es una tendencia pasajera y tampoco apareció apenas ahora. La homosexualidad no está de moda, ha ganado visibilidad, que es muy distinto. Y esto gracias a una lucha social de unos valientes que a costa de sangre, sudor y lágrimas han ganado unos derechos. Señores padres de familia, en su generación también hubo esta misma proporción de homosexuales, pero se escondían o los escondían. Ha sido costumbre de la élite mandar a sus hijos homosexuales al primer mundo, donde la situación es más tolerable. A los demás les tocó casarse con una mujer o someterse al escarnio público, la violencia y la muerte social.

La evidencia científica ha demostrado que la homosexualidad no es una enfermedad, ni es contagiosa. Si se aprendiera por imitación, todos imitaríamos a nuestros padres orgullosamente heterosexuales y la población mundial de gays no sería del 10% (según estudios demográficos y estadísticos). Así, pues, padres y madres, pueden estar tranquilos que nadie les va a “pegar” la homosexualidad a sus hijos, ni se tienen que tomar medidas preventivas en los colegios para “protegerlos”, como si tratara del ébola.

Por el contrario, los colegios son los llamados a erradicar los tabúes, las desigualdades y la discriminación. Deben impartir una educación sexual completa y no suponer que todos sus estudiantes son heterosexuales. Desde el colegio, los niños y niñas deben entender que la diversidad está presente en el ser humano, en el mundo y en la vida misma. Padres de familia, que sus hijos crezcan viendo “eso” es de celebrar, serán personas más tolerantes, más sensatas y comprensivas. Tratar de uniformar lo que no es uniforme no ha traído más que guerras. La imposición de un modo de vida a otros ha provocado desgracias de marca mayor. Aceptar la diversidad es celebrar la vida y respetar el derecho ajeno es la paz.

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