Hoy, 19 de marzo del 2024, en el Congreso de la República de Colombia, se debate el proyecto de ley “Inconvertibles”, que busca prohibir las terapias de conversión. ¿Por qué es importante hablar al respecto?

 

Conversión, Terapias de conversión: un mecanismo de tortura en pleno siglo XXI, egoCity LGBTIQ Diversity Network
Fotografía de cortesía, GAAT

Otro nombre para las “terapias de conversión” es Esfuerzos de Cambio de Orientación sexual, Identidad de género o de Expresión de género (ECOSIEG), y consisten en procesos que intentan cambiar o reprimir la orientación sexual y/o identidad de género de las personas, para imponerles una conducta heterosexual cisgénero. Y estamos hablando de ellas porque, en efecto, son violencias camufladas bajo el nombre de “terapia”. 

Desde el año 2021, agrupaciones de sobrevivientes, organizaciones y aliades, han posicionado diferentes proyectos de ley para erradicar las ECOSIEG en Colombia. Una reciente encuesta de All Out Org junto a Volcánicas, donde participaron más de 800 personas, mostró que al 44 % de les participantes alguna vez, alguien de su familia, le insistió en llevarle a la fuerza a algún tratamiento para cambiar su orientación sexual, identidad o expresión de género.

Además, 1 de cada 5 personas LGBTIQ+ ha sido sometida en Colombia a algún tipo de ECOSIEG; entre personas trans, 1 de cada 3. Como fue el caso de David Zuluaga, un hombre gay del Carmen de Viboral, oriente antioqueño, quien fue sometido a estas “terapias” de conversión durante tres años. 

Todo empieza con el aislamiento

Desde que era pequeño, David enfrentó situaciones violentas en los ambientes que habitaba, pero estos comportamientos toscos venían del desconocimiento, pues “como estábamos tan pequeños, ni siquiera sabían que me estaban haciendo bullying por mi sexualidad, ellos solo veían un comportamiento diferente en mí, pero no lo comprendían del todo; yo tampoco lo comprendía”, afirmó. Debido a esta apatía social que recibía, David se convirtió en un niño muy cerrado con el mundo a su alrededor; tanto así, que intentó quitarse la vida en dos ocasiones: “no comprendía lo que sentía ni por qué lo sentía”

Tiempo después, y por cuestiones de tradición familiar, David se unió a la Iglesia como monaguillo y empezó a trabajar con la comunidad. Más adelante, conoció un grupo de oración que lo hizo sentir muy acogido: “Fui a un retiro a los 12 años y allí me hice más cercano a la comunidad, yo era un ‘niño prodigio’ a los ojos de la consagración de las personas de Lazos de Amor Mariano”, contó. Se hizo misionero, tocaba la guitarra en algunos encuentros, participaba de conversatorios, entre otras actividades.

A los 14, se acercó a la directora de la comunidad local de El Carmen para hablarle sobre algunas dudas que tenía frente a su sexualidad; confundido, pues él mismo en sus labores de misionero del día a día, profesaba lo que sentía dentro de sí como un pecado. Inmediatamente después de la conversación, la directora lo retiró de todas las actividades comunitarias, dándole un veto social:

“Me puso frente al grupo completo y les dijo que iba a enfrentar un proceso de conversión muy fuerte. Nunca mencionó que era por mi sexualidad, pero todos sabíamos que a eso estaban dirigidas las conversiones.”

La tergiversación de los términos esconde la violencia 

Conversión, Terapias de conversión: un mecanismo de tortura en pleno siglo XXI, egoCity LGBTIQ Diversity Network
Danner Aro Belmont, Directora de la Fundación GAAT. Fotografía de cortesía, GAAT

Estos procesos de “conversión”, dentro de la comunidad ‘Lazos de Amor Mariano’, tenían el nombre de “Bendición de María Auxiliadora”, y consistían en exorcismos hechos por laicos. No solo eran utilizados para “convertir” a las personas LGBTIQ+, sino también para otro tipo de peticiones de limpieza espiritual que tenían les creyentes.

David había participado anteriormente de dichos ‘exorcismos’, pero las agresiones aparecieron cuando el enfoque fue puesto en contra de su sexualidad: “me tiraban al suelo y forcejeaban mientras oraban para expulsar un supuesto espíritu. Me agredieron físicamente, incluso me dieron un codazo muy fuerte en el estómago para que vomitara ese ‘espíritu'”, contó durante nuestra conversación. 

Además de los fatídicos y violentos exorcismos, David practicó diferentes procesos de “limpieza espiritual” y “arrepentimiento” para poder encontrar ese “perdón de Dios” que había perdido cuando se dio cuenta de que le gustaban los hombres. Te vas a poner una piedrita en el zapato como recordatorio de que tienes que orar y estar en constante arrepentimiento para que Dios te perdone”, le decía la directora de la comunidad, quien constantemente lo invitaba a seguir participando de la “terapia”: “Me privaron de alimentos, pasando días en ayunos con apenas pan y agua. Me enfermé con una úlcera por gastritis. Fue un absoluto maltrato físico y psicológico”.

El término ‘terapias de conversión’ es problemático porque las hace ver como algo positivo, homogéneo o científico, cuando los métodos variados que se han usado no responden a evidencia científica. Se convierte en un eufemismo para no reconocer estas prácticas como lo que son: Tortura.

Después de 3 años de estos procesos, cuando David cumplió 17, no tenía claro qué rumbo tomar ni qué herramientas usar para el desarrollo de su vida debido al constante maltrato psicológico que recibió. La misma directora le mencionó el seminario como única opción: “Me decía ‘Ya ha quedado más que claro que lo que Dios quiere de ti es tu soledad, tu sacrificio y tu castidad, por favor entra al seminario’, entonces yo me fui para allá”.

El momento de iluminación

Al llegar al seminario, David fue testigo de las dinámicas que se daban allí dentro. Vio que, situaciones incómodas como insinuaciones sexuales por parte de sacerdotes y seminaristas de mayor grado de formación, eran un panorama del día a día en este espacio. Fue un choque muy grande, pues después de haber pasado 3 años bajo prácticas tortuosas que buscaban “erradicar” su homosexualidad, no era algo congruente ver que dentro de la comunidad eclesiástica se dieran este tipo de comportamientos. “Si yo voy  a vivir algo voy a hacerlo de manera coherente”, pensó, antes de retirarse del seminario de manera definitiva. 

Afrontó una depresión muy fuerte.

Pero, tiempo después, empezó a empaparse del mundo que lo rodeaba: Empecé a leer otro tipo de cosas además de los textos religiosos, a sentir que el mundo es mucho más amplio y más generoso. Empecé a sentir que esta realidad es mucho más prometedora de lo que me había prometido la religión”, afirmó. Gracias a esto, empezó a estudiar Licenciatura en Lengua Castellana y a participar de espacios de movimiento social. Además, conoció a la población diversa del oriente antioqueño, quienes le han ayudado a darle nombre y apellido a su experiencia de vida y resistencia diversa. 

“La identidad no es un territorio en disputa, no es algo a cuestionar en nadie. Al violentarla se desbarata todo lo que es uno, y después uno termina no teniendo herramientas para afrontar el mundo”

Los ECOSIEG generan trastornos de ansiedad, depresión y aumentan los pensamientos suicidas en quienes los padecen. Actualmente, en la Cámara de Representantes se tramita el proyecto de ley 272 “Inconvertibles”. En apoyo a esta iniciativa, la organización All Out lanzó una campaña para presionar por la aprobación del proyecto, en la que hubo más de 50.000 firmas de todo el mundo en su primera edición, y ahora, en su nueva campaña, se han recaudado casi 30.000 firmas.

Este proyecto de Ley 272 Inconvertibles reconoce la violencia de estas prácticas, el riesgo de seguirlas perpetuando y abre el camino para penalizar a quienes las ejercen y acompañar a los, las y les sobrevivientes y víctimas de estas torturas.

 

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