No solo un día al año, no solo el primero de diciembre necesitamos que pongas en tus perfiles cintas rojas y recuerdes todos los grandes personajes que nos ha arrebatado este virus, que nos ha arrebatado el silencio, que nos ha arrebatado la complicidad del Estado y de la industria farmacéutica.

No solo necesitamos una cinta roja en tu cacerola. Necesitamos que se hable del VIH con nombre propio, con nosotrxs, que se deje de hablar –lo poco que se habla POR nosotrxs y SIN nosotrxs-.

Nosotrxs somos quienes nos levantamos todos los días a sortear los azares de la migración, de la discriminación, del aislamiento, de la violencia marcada por el silencio por parte de nuestras familias, de nuestros lugares de trabajo y del aparato médico.

El VIH es una realidad que sigue ocupando y expandiéndose en las filas de tus militantes, Latinoamérica.

Es una realidad que sigue NO ocupando tus agendas, tus marchas, tus pliegos de peticiones, tus congresos.

Es una realidad de la que se ha servido el sistema patriarcal para segregar y exterminar de manera cómplice a quienes vivimos nuestra sexualidad de forma libre y transgredimos, quizás el mayor mandato de la dictadura machista, sobre nuestros cuerpos: el de la autonegación, el de vivir el placer con condena y el de hacer de nuestros cuerpos un lugar infértil para el goce.

No solo una cinta roja en tu cacerola Latinoamérica, necesitamos plazas llenas de gente exigiendo la cura, merecemos una generación que está en camino sin este miedo a que se acaben los medicamentos y tengamos que migrar a otros países buscando las pastillas.

Y no estoy hablando de África, estoy hablando de lxs miles de venezolanxs que han partido de su país para buscar amparo en el tratamiento, en tus filas de militancia Latinoamérica que no nos dan un espacio para hablar y que no nos meten en tu agenda.

No somos solamente un fragmento de la población, una cifra en el Ministerio de Salud, un número fluctuante que alarma las noticias nocturnas de tus noticieros.

Somos un virus, somos un retrovirus que se multiplica en tus filas, que pelea en cada país con cacerola en mano, que pone el cuerpo a los policías…

Y que ahora necesita una voz, necesita que tú también le des voz Latinoamérica.

No solo una vez al año.

No solo una cinta roja en la cacerola.

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