Desde los 9 meses que estuve en el vientre de mi mamá, ella supo que yo iba ser homosexual. Crecí en un hogar lleno de amor, de mucho amor, en donde nunca me dijeron que el azul era de niños o que el rosado era de niñas, que simplemente me dejaron ser y elegir. Vivía con mis tías, mi mamá y mi abuela, porque mi papá había decidido irse, y aunque durante muchos años no entendí el porqué, ella me demostró cada día que: con ella no me iba a faltar nada y comencé a entender una de las grandes cosas que mi mamá me ha enseñado, y es que: Dios y el universo no nos ponen nada en la vida con lo que no seamos capaces de vivir ni nada que no podamos soportar o llevar.

De chiquito me enseñó a dibujar y a pintar, me enseño a vestirme, a bailar, a cantar, a disfrazarme, a reírme de mí mismo, a maravillarme con la vida. Me enseñó a soñar, me enseñó que el arte era la herramienta para sanar la vida, a amar los musicales, me enseñó que llorar aliviaba el alma, me enseñó a respetar los animales, a valorar la naturaleza y amar las flores, a hablar claro y sin pelos en la lengua, a buscar mi felicidad sin pasar por encima de nadie, que a la meta no se llega superando a los demás sino superándose a si mismo, a que las cosas en la vida se consiguen es trabajando y con esfuerzo, me enseñó a respetar y tratar a todos por igual, que no soy más importante que nadie y que nadie es más importante que yo, todos somos iguales, me enseñó que debía amarme primero a mí porque si no me amaba ¿cómo podía amar a alguien más? (sí, cuando RuPaul iba, mi mami ya había dado 3 vueltas), a vivir la vida así: FELIZ.

Niños y niñas mientras crecemos en un país patriarcal y machista como Colombia, tenemos maneras muy diferentes de crear nuestra identidad, de ser nosotros mismos. Hace unos días se rechazó en la Cámara de Representantes el referendo promovido por la senadora Viviane Morales, que abogaba por la prohibición de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo y padres solteros, en donde solo se facultaba el derecho de hacerlo a parejas conformados por un hombre y una mujer. Un referendo, que no solo era discriminatorio, sino que lo patrocinaba una senadora que, en lo personal, siento que no ha visto la realidad de las familias colombianas, o se ha hecho la loca.

Colombia es un país multicultural, pluriétnico, uno de los países con mayor biodiversidad en fauna y flora, y que toda esta diversidad permea también a la gente, al entorno, la sociedad, al individuo y la familia. En Colombia, como lo decía hace un rato, los niños y las niñas entienden y crean su identidad desde dos formas muy distintas.

Con esto recuerdo una entrevista que vi hace unos meses, en donde hablaban con Florence Thomas, una psicóloga francesa radicada en Bogotá, coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional y que conocí por sus columnas para un periódico del país. Trataba el tema de las madres y las mujeres en Colombia, decía que ellas (las niñas) desde muy temprana edad conocen, de una manera u otra que existen los anticonceptivos, y así no vayan a utilizarlos en ese momento la mayoría entienden el término. El “problema de los embarazos adolescentes” en Colombia, no es por el desconocimiento de la información (pues saben que pueden quedar en embarazo) es un problema que va mas allá, que va ligado a la construcción de su identidad como mujeres, es un problema de como ella se enamora y qué espera del amor.

Habla de cómo se reconoce la figura femenina en una cultura patriarcal y religiosa (machista) como es Colombia, con un faltante enorme de reconocimiento cultural e importancia a ésta. La mujer colombiana que desde pequeña estudia en un colegio de monjas, y ve a diario a la Virgen María con el niño en sus brazos. La imagen de la maternidad, la imagen de una madre cargando a un hijo VARÓN. Todo esto, tiene peso en la creación de su identidad.

Así pues, esta niña que crece en el campo, crece con un faltante enorme de reconocimiento cultural a la figura femenina. Entenderá que los que tienen el poder son ellos, y hará todo para entrar en su panorámica, ¿para qué? Para sentirse importante. Así crecen muchas niñas en Colombia y desde que son pequeñas les dicen: “mamita recoge los juguetes”, pero cuando tiene 15 o 16 años: “¡Uy! mamasita” y cuando tiene 40-50 años le pueden decir “Gracias Madrecita”. Desde que una mujer nace en Colombia, culturalmente está inscrita en la maternidad y toda esta cultura “maternalista” hace que en la creación de identidad de las niñas quieran ser la única figura femenina con estima, reconocimiento y poder en la sociedad colombiana: SER MAMÁ, lo único que las puede redimir de haber nacido mujer, en un sector de la sociedad vulnerable. “Ser mamás”, con o sin un padre al lado, es algo que hace parte de la idiosincrasia de la mujer colombiana, madres cabeza de familia.

Todo esto último, me dejo perplejo, como el emoji de whatsapp, pues entendí muchísimas cosas que aún para mí no eran claras y que siempre me pregunté: ¿por qué estas niñas de los sectores más vulnerables se siguen embarazando? ¿Por qué son madres a tan temprana edad? ¿Por qué se sigue repitiendo constantemente lo mismo? Y es por esta investigación de la que hablaba Florence que junto a ProFamilia indagaron este fenómeno social. (Obvio siendo consciente, que no todos los casos son iguales, y que se refería a un imaginario creado de las mujeres de los sectores más vulnerables de la sociedad y el campo, que las mujeres y hombres de ciudad de pronto ni perciben y podrán tildarlas de “irresponsables”).

También recordé que a propósito de lo ocurrido con el #ReferendoDiscriminatorio llegó a mí, un aparte de la dedicatoria del libro “Familia y Cultura en Colombia” escrito por la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, la del billete de $10 mil pesos y la que se ganó la medalla al Mérito por parte del Congreso Interamericano de la Familia en 1983, que decía:

“Mujeres que lavan arenas auríferas en la pluviosa selva. Que “harapean” jirones para vestir a sus hijos. Que traen “líchigos” a la espalda en los mercados provincianos. (…) Que bordan capelladas de alpargatas, recogen algodón y modelan vasijas de barro primigenio. Que venden “cocaás” por las calles y anuncian el pescado frito, que enseñan el abecedario y escriben cartas de gerencia (…) Madres que conciben, gestan y paren en tugurios (…) Madres todas que ganan el pan y lo multiplican en las bocas de sus hijos hambreados y lo mezquinan en la propia. Se duplican su vida para ser padre y madre. Indefensas madres, gestoras de esta patria”.

— Virginia Gutiérrez de Pineda

Con las palabras de Florence y Virginia hay algo que queda claro: las familias en Colombia son diversas y en su mayoría: Matriarcales. Todos tan frágiles, ellas tan fuertes; todos tan al resguardo de ellas, las que nos muestran el mundo, las que nos protegen y ayudan a conocerlo, a conocernos. Todas tan distintas y todas tan iguales. Ese instinto de madre desde que te conciben en su mente, hasta que dan a luz. El espíritu materno, el deseo de ser mamá, la nobleza de su alma que solo se llena con amor por su vocación y su hijo.

A ninguna mamá, ni a la mía ni a la tuya, les enseñaron como serlo. Ellas solitas, cada una aprendió a su manera, ninguna mejor que otra, simplemente todas desde sus realidades. Aprender a identificar cuando un llanto es de hambre y cuando es por sueño. Yo le enseñé a ser mamá y ella me enseño a ser hijo. Hoy 24 años después, mi mamá me sigue enseñando cosas: que esto que se llama vida el único sentido que tiene es por EL AMOR, en todas sus manifestaciones, a que la grandeza es de corazón, que la vida se goza en lo bueno y en lo maluco, que me enseña a ver la vida con ternura y a sorprenderme cada día de ella. Que Dios y el universo me permitan tenerte mucho tiempo más para seguir aprendiendo de ti Mami.

A las mamás jóvenes, a las que son papá y mamá a la vez, a las que son mamá y mamá, a las que son amas de casa, a las que trabajan día y noche, a las que sostienen solas el hogar, a las que son “berracas”, a las polifacéticas, a las regañonas, a las que dan pena ajena porque son muy saludadoras, a las cansonas, a las dramáticas, a las tiernas, a las secas e inexpresivas, a las cariñosas, a las de color negro, zambo, blanco o mulato, a las de todos los estratos socioeconómicos, a las que hablan español, inglés, mandarín o francés, a las abuelas, a tu mamá y a mi mamá.

¡Feliz mes preciosas! Las amamos…

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