Marta Cecilia Vasco: La educación como pilar del desarrollo

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“Yo desde muy chiquita descubrí que tenía muchas habilidades para aprender y enseñar”

La Comuna 14 de Medellín es un territorio de contrastes que se extiende más allá de la zona de los parques Lleras y El Poblado y el barrio Provenza. El auge internacional que tiene El Poblado y que ha contribuido a ubicar a Medellín en los escalafones mundiales de destinos turísticos, no responde a una casualidad sino a un proceso que viene de décadas atrás, donde desde sus lomas se gestaban importantes procesos sociales articulados entre líderes y comunidad, que fueron gestando un territorio pluricultural y diverso en el que el principal baluarte es su gente.  

Subiendo por la loma de Los Parra, que atraviesa la Milla de Oro, junto al complejo habitacional y comercial de San Fernando Plaza, a tan solo unas calles, la arquitectura moderna y sofisticada se transforma para darle espacio a una casa antigua, cuyos muros han sido testigos del desarrollo que ha tenido este territorio en los últimos 230 años.

Junto a la Institución Educativa Santa Catalina de Siena, como si se tratara de una extensión de la misma, se erigen los muros de tapia blancos antecedidos por un pequeño corredor delimitado por vigas de madera y plantas de diferentes especies que aromatizan el ambiente y lo transportan a uno, décadas atrás, para conocer la tradición de la familia Vasco, una saga de mujeres, madres solteras, que junto con su capacidad de proyección y la convicción de que la educación les haría trascender las montañas, integraron un movimiento social de liderazgos que superó las barreras sociales y le permitió a la comuna 14 convertirse en motor del desarrollo industrial, comercial, turístico y de servicios, en la ciudad.

“Mi liderazgo parte de este hogar, pues mi madre era líder comunitaria y en esa época nos centramos en ayudar a los vecinos a tirar sus planchas, a construir la sede comunitaria y a mantener el acueducto”, asegura Marta Cecilia Vasco, lideresa de la Comuna 14 que ha dedicado su vida a fortalecer los procesos educativos de la comuna y a crear conciencia ambiental a través del cuidado del acueducto comunitario.

Su infancia transcurrió en medio de los juegos infantiles y las labores en el hogar, mientras sus madres se dedicaban a crear convites que permitieran mantener en funcionamiento el acueducto veredal de la época, el cual se constituía en la única fuente de agua que poseían y que aún continúa activo, como aguas complementarias para no malgastar el recurso brindado por Empresas Públicas.

“Trabajamos porque este acueducto ha sido nuestro de generación en generación durante los últimos 120 años. Yo lo vi correr por canaletas de barro y guadua hasta lo que es hoy. Este acueducto es nuestro, es nuestro patrimonio”. 

Conversar con Marta Vasco, permite entender la relación de comunidad que existía en la zona durante aquellas épocas, 60 años atrás, donde las hoy edificadas lomas de El Poblado, no eran más que extensas fincas habitadas por familias como los Escobar, los Echeverri y otras dueñas de las grandes empresas o de reconocidos médicos. 

“No había tanta diferencia social. Es decir, había muchas personas pobres y muy pocos ricos. Nuestras familias eran las que ayudaban en las grandes fincas a lavar la ropa, al mantenimiento de las propiedades”, comenta Marta. Pero esa relación de servicio se caracterizaba por ser de doble vía, lo que permitió que niñas y niños de la época, como Marta Cecilia, tuvieran la salud en manos de los mejores especialistas médicos o contar con la oportunidad de estudiar en la Enseñanza, el colegio donde acudían las hijas de las familias más adineradas de El Poblado.  

Sin embargo, el desarrollo de la ciudad pasó su factura y el territorio se transformó, desequilibrando la balanza y acabando con las fuentes de autosostenibilidad que tenían las familias de escasos recursos, como el cuidado de las fincas y la recolección y venta de frutas o gelatina. 

Estamos hablando de un tiempo en el que Marta se dedicó a prepararse para ser lo que más amaba: Maestra.

“Desde muy pequeña yo descubrí que tenía muchas habilidades para aprender y luego enseñar, por eso, cuando ya estaba más mayorcita, una amiga mía, Maribel Vasco y yo, a través de dinámicas y juegos, dábamos clases de español, matemáticas y naturales a los niños de la zona, recuerdo que eran unos 6 u 8. Nosotros éramos las maestras de esa época, pero yo no pensé nunca que en un futuro me iba a convertir en una”, cuenta Marta. 

Como maestra, estuvo en Remedios donde dejó su huella transformando la vida de muchos de sus habitantes. Allí conoció al padre de su hijo quien falleció cuando este apenas cumplía los 2 años y medio de edad. Pasó por San Rafael, de donde debió salir desplazada por la violencia; luego llegó a Guarne, donde creó el primer parque infantil, para, finalmente, regresar a Medellín, donde hizo carrera en instituciones en las que transformó la vida de jóvenes en contexto de violencia.

 

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Su labor como maestra, caracterizada por una autenticidad que inevitablemente lo conecta a uno con su discurso honesto, creativo y lleno de reflexión, le hizo merecedora al Premio Samuel Barrientos, concedido a la mejor maestra en la ciudad de Medellín, en el año 2010. 

Hubiera querido continuar en las aulas hasta sus 70 años, pero su deber de hija la hizo jubilarse para regresar al hogar para acompañar los últimos días de sus dos mujeres más amadas, su madre y su hermana. 

De nuevo en la casa materna, se dedicó de lleno al trabajo comunitario y a fortalecer los procesos de convivencia y educación. Ha liderado los proyectos de asignación de recursos y becas de Sapiencia, ha vuelto a conectar a los jóvenes del territorio, sacándoles de sus unidades cerradas para que a través del trabajo comunitario conozcan las realidades de la comuna y ha contribuido a superar los conflictos que amenazan la tranquilidad y el bienestar en el Barrio. 

Como lo dice Marta, “esa debe ser la labor del líder, estar en la capacidad de hacer algo por que su barrio salga adelante, con cosas sencillas, que mejoren las condiciones de vida de los habitantes de su comunidad”.

Por eso, desde el derecho que le da la experiencia y la sabiduría que se forjó a través de los años, traspasando las difíciles barreras de lo social y lo económico, esta lideresa de la comuna 14 continúa haciendo parte de los espacios de participación, como la Junta de Acción Comunal y el Cabildo Mayor de Medellín.

Nos despedimos de Marta, no sin antes disfrutar de una taza de café caliente, endulzado con panela y compartiendo historias de un amor que compartimos, los gatos.


Este medio es apoyado parcialmente con dineros públicos priorizados por habitantes de la Comuna 14– El Poblado, a través del Programa de Planeación del Desarrollo Local y Presupuesto Participativo de la Alcaldía de Medellín

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