Marsha P. Johnson fue una mujer trans de origen afroamericano, activista en el Frente de Liberación Gay.
Nacida en Elizabeth, New Jersey, reconocida como veterana de los disturbios de Stonewall, que bien dieron paso a un importante hecho que hoy en día se conmemora como el inicio de la lucha por los derechos civiles de la población LGBT.
Poco se sabe realmente de cómo vivió su infancia, pero se albergan algunos datos sobre su adolescencia los cuales recrean a una persona muy versátil con su identidad de género y sexual, independientemente de cómo fuera su apariencia física y forma de vestir, ella podía pasar de ser Marsha a Malcolm, Marshall o Mikey, pseudónimos que utilizaba para identificar su perfil masculino.
Marsha era (y sigue siendo) un personaje muy popular en el ambiente queer. Su lado artístico desarrollado en Nueva York entre los años 60 y 90, la llevó a ser protagonista de muchos escenarios y ser el foco de atención para muchos lentes y afamados shows de la noche. En 1974, Andy Warhol pone su lente en dirección a Johnson, un proyecto fotográfico que hizo parte de su serie polaroid llamada “Ladies and Gentlemen”, llevándola inmediatamente a intensificar su interés en el trabajo de Marsha para formar parte del grupo de drag queens en algunos performances pertenecientes al mismo Warhol, “Hot Peaches”.
Sin embargo, su historia como activista comienzo a partir de los hechos ocurridos en el bar Stonewall, la revuelta que tomó lugar a causa de los constantes ultrajes de la acción policiaca en gobernación del presidente Nixon hacia las personas que se reconocen diversas por la liberación en su sexualidad e identidad de género en aquel sitio, repudiados por su forma de vida.
Johnson fue considerada como la “madre” de la casa S.T.A.R un proyecto co-fundado con Sylvia Lee Rivera, inseparable amigas desde poco antes de los disturbios y posteriores movilizaciones en pro de la diversidad. Este hogar constituido por ambas se fundamento principalmente en la acogida y respaldo, el cuidado y protección de las personas trans, drag queens y chicos gay que no contaban con un techo u oportunidades de desarrollo laboral para su subsistencia, convirtiendo espacios áridos en viviendas comunitarias; estas dos amigas activistas brindaron una mano desinteresada a sus iguales que la necesitaban.
Fue esta precisamente la cualidad que muchas de sus amistades y allegados, durante ese tiempo de revolución y poco después de su muerte, resaltaron, recordaron y testificaron en la memoria de quien consideraban sin duda alguna, como una persona Santa, nacida precisamente para ayudar y entregarse al mundo.
Marsha por su parte, llevó su activismo hasta otras instancias. En los años 80 una época en la que la epidemia del VIH tomaba gran poder y era directamente aludida a la población gay y trans, fue cuando Johnson logró consolidarse como activista y organizadora respetada de la CTP UP – AIDS (Coalición del SIDA para desatar el poder) para levantar una movilización antidiscriminatoria sobre el tema, resaltando la importancia de la visibilización de esta situación, de las personas que viven con el virus y de la concientización sobre lo que realmente es el VIH-SIDA en la sociedad.
Antes de su muerte, fue diagnosticada un poco tarde sobre el estado de su salud, detectando contagio por sífilis en una segunda fase, lo que la llevó a vivir recluida en su propio mundo y volver a ver toda su vida de forma diferente, aunque éste realmente no fue el motivo de su muerte. Durante los días posteriores a la celebración de la Marcha del Orgullo en 1992, el cuerpo de Marsha fue encontrado flotando a un costado del río Hudson, algo que llamó inmediatamente la atención de las personas, en especial la población LGBT, sin embargo rápidamente fue considerado un caso más de suicido archivado por la policía.
Amistades cercanas y en especial Sylvia, no contentos con esta decisión, comienzan una campaña con la que lucharon por que se concediera una mejor investigación sobre el caso, apelando el maltrato que tendría el cuerpo hallado, signos de posible violencia antes de su muerte. Años después reabren nuevamente la investigación como posible tentativa de homicidio, logrando así que la memoria de esta importante activista no quedará bajo la impunidad.
Hoy, luego del día de la mujer, también la recordamos a ella, Marsha P. Johnson, una mujer trans, activista que nunca tuvo miedo de ser quien realmente fue, de luchar por lo que siempre desde su nacimiento fue suyo, su identidad, y quien hizo resonar su voz por donde pasaba.
No es en vano cada lucha que se ejerce en son del reconocimiento por los derechos. Un ejemplo han sido todas estas mujeres, que en representación de la diversidad y las nuevas feminidades, han alcanzado grandes logros que se reflejan en las banderas que hoy podemos con orgullo alzar, la bandera de la diversidad, la bandera del respeto, la bandera de la igualdad y equidad.