Entiendo la no monogamia como un pensamiento político que pretende desarticular los cánones hegemónicos relacionales, instaurados a partir del origen de la propiedad privada y la consolidación de la familia bajo el mando de un patriarca.

También como una práctica subversiva que invita a pensar los vínculos sexo afectivos desde la libertad, la empatía y el cuidado; como un discurso potente para romper con las creencias de que el amor es un dispositivo de control, manipulación, posesión y dolor.

En tiempos de consumo desmedido y despolitización de prácticas y discursos insurgentes, la no monogamia aparece como un flanco seductor para el capitalismo, donde los cuerpos se convierten en mercancías y los relacionamientos se vuelven líquidos1. Seductor, en la medida en que se desborda el deseo bajo la tentativa de lo que ha estado prohibido y da pie a que los cuerpos pasen a ser desechados, como si estuvieran dentro de las lógicas de la obsolescencia programada, como si los cuerpos perdieran vigencia una vez saciada la necesidad banal y narcisista de la aprobación y el reconocimiento en otrxs.

Cuando el capitalismo se incorpora en las prácticas no monógamas, todo el discurso anticapitalista de no jerarquización de los vínculos, no posesión y no propietarización de los cuerpos, pierde sentido.

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angela ponce

Las conversaciones entre amigxs y mensajes de desconocidxs indagando sobre la no monogamia, me hicieron creer que se estaba gestando un despertar de otro tipo de relacionamientos sexoafectivos en la ciudad, y en cierta medida sí, pero al mismo tiempo entendí que algunos de estos estaban operando bajo lógicas patriarcales y capitalistas que le quitan el peso político y a su vez ético a las relaciones no monógamas.

Abrir las relaciones pasa a ser una constante entre vínculos monógamos, convirtiéndose, más que en un acto consciente e interesado por deconstruir la exclusividad y posesión que cobija este tipo de relaciones, en un acto egoísta viciado por la conveniencia frente a situaciones inminentes de ligue, o a saturaciones de la monotonía, incapaces de mutar por la costumbre, me atrevería incluso a decir que bajo una cobardía de llevar a cabo una ruptura sana de la relación.

Sin embargo, la mayoría de las veces, cuando se toma esa decisión, se da a partir de la propuesta -casi imposición- de una de las partes, sin explicaciones, ni consensos; generando malestares e incomodidades en la otra. Y es así como la exploración del coqueteo y la sexualidad se convierten en un panorama más interesante, fluctuando entre cuerpos sin detenerse a pensar más que en sí mismxs, sin importar mucho la manera en que se está llegando a obtener ese placer propio, y dejando a su paso un cementerio de personas absorbidas por la intensidad que conlleva la novedad, aquellos cadáveres emocionales de los que habla Vasallo.

Considero que dar un paso hacia la no monogamia implica pensarse desde la empatía, implica también la construcción de acuerdos donde se tengan en cuenta los intereses de bienestar de ambas partes, para que se sientan cómodas y seguras de seguir compartiendo dentro de la relación.

Implica a su vez adquirir asertividad en las palabras para llevar a cabo conversaciones sensibles. También implica pensarse mucho más el modelo relacional, pues se está construyendo uno que se sale de los referentes tradicionales, esto quiere decir, que habrá otras reflexiones con respecto a la exclusividad, las jerarquías, la libertad, el amor, la confianza, y éstas estarán marcadas por la subjetividad de cada relación.

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angela ponce

El sistema neoliberal con su capacidad desbordante de hacerse propietario de cualquier accionar político que se piensa al margen de él, se la juega siempre para desarticularlo, para fragmentar la colectividad, dando paso al fortalecimiento de individualidades egoístas; por eso en tiempos de tanto odio, amarse es un acto político y en tiempos de exigencia de individualización, las juntanzas de cuidado son las micropolíticas de la revolución.

1 Retomando el concepto de amor líquido del sociólogo Zigmunt Bauman, donde argumenta que las relaciones en la posmodernidad están caracterizadas por la falta de solidez, calidez, con una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso.

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