El sexo. Las relaciones sexuales. Casi todos los días pienso en ello. Es algo que se pasea casi todos los días por mi mente.

No importa si estoy sentado en la silla azul con espaldar dañado en la oficina, en una cafetería dando un sorbo a mi cappuccino, en un taxi revisando mis redes sociales camino a casa, o en una librería buscando algo que me interese; los impulsos sexuales pueden aparecer en el momento y en el lugar que menos esperas.

Provocado por algo que vi en televisión, por el par de piernas que veo pasearse frente a mí, por la sonrisa que del otro lado de la calle me regalan, por la escena que se acaba de desarrollar en la película que estoy viendo, por la historia que está siendo contada en la novela que estoy leyendo, por el trasfondo personal de la canción que estoy escuchando, por un recuerdo malicioso que llega de repente, por algo que veo en la ciudad, o por el simple paso del viento a mi alrededor; la excitación aparece y con ella pensamientos placenteros (o algunos risibles depende del caso). No hay nada que hacer… Bueno, en el peor de los casos, tratar de disimular sus efectos.

Antes del sexo pienso en sexo. Después del sexo (rudo preferiblemente) pienso en más sexo (no creo ser ninfómano, pero nunca se sabe). Pensando en cualquier cosa puede llegar a pensar en sexo. Ese estado de éxtasis en el que no eres consciente de nada. Ese grado de magnificencia que alcanzas al perderte del todo. Ese simple contacto que puede hacerte explotar. No todas las experiencias serán buenas, pero siempre habrá mejores (si me equivoco, lo siento mucho).

Es imposible sacar el sexo de mi mente. Es algo natural en mí y poco puedo hacer. Espero no ser el único. Perdón por las molestias y los malos pensamientos.

Adicto de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto
Adicto de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto

Soy una persona bastante visual y cuando veo una portada de un libro que me atrapa, no puedo hacer más sino buscar la forma de tenerlo en mi poder y ver que me ocurre con lo que tiene por contarme. Esto me pasó con “Adicto” de Matt Winter, el primero de una serie de tres libros eróticos en donde los protagonistas son hombres comprometidos que terminan involucrados sexualmente. Este es el libro del que vengo a hablarles en esta oportunidad.

Aquí nos encontramos con Matt, un hombre estándar de clase media con pocos viajes en su haber y con un trabajo que lo hace feliz pero que para el resto puede no llegar a ser nada del otro mundo. De un momento a otro su novia Pam le pide cambiar los planes de vacaciones para poder viajar a juntos a Miami, ya que allí se celebrará un reencuentro de la universidad donde ella se graduó. El principal aliciente para Pam es reencontrarse con su mejor amiga Eve, a quien no ve desde que esta última se mudara a vivir a Europa. Gracias a este reencuentro Matt conoce a David, el novio de Eve, quien es un fisioterapeuta deportivo bastante acomodado económicamente y muy buen mozo. Desde el primer vistazo Matt percibe algo, una especie de buena onda o una simple complicidad de hombres que tendrán que compartir el fin de semana y ver que hacer mientras sus novias adelantan agenda. Con un par de tragos encima, Matt se dará cuenta que lo que percibía era algo completamente diferente…

Mi primera experiencia con literatura erótica, también con una pareja homosexual como protagonista, vino de la mano de “Todo llega” de C. Santana, y no pude haber perdido la virginidad de la mejor manera. Quizá por eso (y por la explícitamente atractiva portada con la que cuenta “Adicto”) es que llegué con tantas ganas de devorarme lo que Matt Winter había escrito.

Pero lamentablemente la experiencia no fue la mejor. La propuesta del autor peca en ser demasiado plana, obvia, precipitada y sin alma.

Esta novela corta se siente como una película porno mal hecha, en donde los actores exageran todo buscando generar excitación pero no transmiten mucho, gimiendo indiscriminadamente y regalándonos gestos que cuando mucho dan pena.

Deseo de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto
Deseo de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto
Lujuria de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto
Lujuria de Matt Winter. / FOTO: mattwinteradicto

Las descripciones que realiza el autor quedaron muy en deuda, pues lo que lograron despertar en mí fue más bien poco. Winter no fue tan explícito como pudo haber sido, pero tampoco manejó la sutileza suficiente para despertar tu mente (sin contar con que son muy pocos los encuentros sexuales en el libro). La obra se queda en un término medio en donde sabes que debería pasar algo, pero tu cuerpo no termina por responder. Eché muy de menos algo más real y vívido, y no tan cliché.

Además de lo anterior, la apuesta por músculos, cuerpos perfectos, cabello rebelde y ojos verdes se siente demasiado trillada y genérica, y para una historia con tan pocos condimentos adicionales como esta… Poco más por decir.

Finalmente, el lazo que surge entre los protagonistas es poco creíble, y el toque oscuro que el autor trata de darle a la trama se siente como un intento de “50 sombras de Grey” que no va para ningún lado (y si va para alguno, no lo sabré jamás pues no pienso continuar con la serie de libros).

“Adicto” es poco más que una fachada bonita. Un polvo, pero de los que quisiéramos olvidar.

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