Recuerdo con mucha claridad que la primera vez que estuve consciente del sexo fue con una escena de “La Mujer del presidente”, una novela que protagonizaba Robinson Díaz (que este sea un indicio de mi edad) y en ese momento me dijeron “eso es algo privado, entre la mamá y el papá” y así el sexo se convirtió en algo privado para mí también.

Han sido los años los que me han permitido hacer una exploración más abierta a mi sexualidad, eso y un par de tusas que me demostraron que la energía sexual también era una energía sanadora.

Pero la exploración de mi sexualidad no ha salido de mis redes sociales, de mis experiencias propias y de las nudes que me tomó en mi habitación. Por eso cuando llegó RUSH una fiesta fetiche techno a la que por ser parte del equipo de egoCity tenía el ingreso asegurado, intenté evadir la invitación.

Pero luego entendí que una parte de los procesos en los que he reconfigurado mi forma de pensar ha sido enfrentarme a mí mismo y cuestionarme si realmente lo que pienso es una convicción, o una mentira que me he repetido cientos de veces.

Otras fiestas fetiche como está ya han circulado mi atención en los últimos años, se podría decir que se han empezado a popularizar más en los círculos que convivo porque estas fiestas han existido desde hace mucho, podría remontar su origen a la liberación sexual de los 60 o a las orgías que hacían los pelotones después de una guerra.

Y es que el sexo usado como celebración, siempre ha estado cerca solo que hay algunos que decidimos mirar para otro lado, por morrongas, puritanas, porque así nos criaron o porque no nos interesa.

Lo primero que decidí después de dar el sí a la invitación al evento, fue liberarme de todos mis prejuicios, una parte importante de disfrutar la experiencia sería sumergirme en ella con todos los juguetes, así que:

EL VESTUARIO

La invitación era clara, ven vestido para una fiesta fetiche: Primer inconveniente ¿Cómo carajos se van la gente vestida a una fiesta fetiche? ¿Si mi fetiche son los pies me voy disfrazado de pie gigante?

Me bastó un poco de investigación, recordar los atuendos que mis amigos y conocidos han usado en fiestas similares para desempolvar de mi clóset un pantalón de cuero, combinarlo con un crop top con un escote profundo de espalda, usar unos guantes que me puse en una fiesta de travestis y darle el toque secreto con una pieza de lencería de mi colección privada.

También porque si iba a ir a una fiesta fetiche, sería a ser fiel a los míos propios y no tratar de encajar en un perfil con unas normas a las que no obedezco, también quería ver cuál sería mi comodidad siendo auténtico a mi sexualidad en un lugar desconocido.

Yo dije, si iba a ir a una fiesta fetiche iba a ir comprometido.

LLEGAR Y RECONOCER

De camino a la ubicación que solamente llegó un par de horas antes de la fiesta, algo que le daba como ese toque secreto, pervertido y oscuro que ya me tenía ansioso por conocer una fiesta así, también me hacía pensar una y otra vez en cien mil escenarios que tenía sobre el evento.

¿Iba a llegar a ver una orgía gigante ante mis ojos? No es una queja.

¿Tendría que quedarme con la menor cantidad de ropa puesta? Porque no estaba tan seguro de quedarme en cuco de encaje toda la noche en frente de mi mejor amigo al que le pedí que me acompañara.

Desde que pasamos la seguridad, se sintió el cambio de ambiente. En la entrada nos preguntaron si íbamos a guardar algo de ropa, y alrededor nuestro todo el mundo estaba en arneses, suspensorios, briefs, tangas y la piel era el común denominador.


El lugar no era muy grande, podría decir que habían alrededor de 200 personas dejándose llevar por los beats que el DJ ponía, todo me parecía novedoso y quizá pequé por morboso porque me quedaba mirando en cada rincón que ponía la mirada, no veía a nadie en particular, estaba sumergiéndome en la experiencia, en la vibra, en la música.

PRIMERA SORPRESA

Sabía que esos que escuchan techno para tener sexo casi siempre escuchan buena música, pero no estaba preparado para ir a oír tan buen set. La música de DJ Astronomical Telegram me hizo entrar en confianza con el lugar de inmediato y la ansiedad inicial, ahora salía en el medio de la pista mientras me integraba a bailar.

De hecho, durante toda la noche disfruté todos los sets de los DJs invitados, pensando que uno de mis prejuicios era que la música sería algo que no tendría importancia, pensé que la fiesta sería un evento meramente sexual, cuando ese es solo uno de sus componentes.

Es una fiesta como cualquier otra a la que haya asistido antes, la diferencia es el código de vestuario, los espectáculos que se presentaban y la facilidad de poder follar con cualquier desconocido, pero eso también ha pasado en los baños de cualquier bar tradicional.

LOS ESPECTÁCULOS

Si bien no en cualquier bar del Poblado vas a encontrar una pareja de hombres en el centro de la pista, uno con la mano completa introducida en el culo de otro, las experiencias en vivo que tuve la oportunidad de presenciar demostraban que existe una coordinación y logística en el evento.

Todo se veía sincronizado, se notaba que había una planeación con un equipo detrás de ella, esperando llevarle a los asistentes una presentación que estimulará más los sentidos y la experiencia que estaban viviendo.

Luego de ese espectáculo de fisting, vinieron otros de sadomasoquismo y dominación en los que algo destacó, sobre todo, en ningún momento hubo penetración, la experiencia estaba siendo disfrutada por amos y sumisos con unos atuendos increíbles (que me dieron la inspiración para mis próximos trepes), que mostraban que la sexualidad también está en otras prácticas.

Como espectador en varias oportunidades me quedaba viendo lo que pasaba en el escenario principal, dándome cuenta de que otros asistentes seguían en lo suyo; bailando con la música que seguía estando buenísima, y sin estar tan enfocados en el aspecto sexual del evento.

Hay se partió otro de mis prejuicios, pensar que sería un evento meramente enfocado en ir a desenfrenarse sexualmente, y sin que nada esté malo con eso abrí los ojos a que existen más razones para ir a una fiesta como RUSH.

No puedo negar que las nalgadas, los latigazos, ver como le caía cera caliente a uno de los modelos por la espalda mientras el otro lo dominaba no me hubiese prendido un poco, es que no soy de palo y empiezo a descubrir que quizá me guste la cera en el sexo.

Sumergido ya más con la experiencia, decidí que la quería explorar más y eso hice.

EL SEXO

Sabía que una de las cosas que hace más interesantes a una fiesta como RUSH es la opción de poder ir a cumplir tus fantasías sexuales en un espacio en donde el juicio se queda en la puerta y sabía también que quería conocerlo.

La primera planta del lugar estaba totalmente oscura, con una leve luz roja que apenas dejaba ver las siluetas de los cuerpos que deambulaban con curiosidad mientras que en otros rincones, otros ya se embestían hacia otros haciendo participes a los que estuvieran al lado.

La inhibición se había quedado con la ropa guardada en el vestier y en este espacio la carnalidad era la única constante, algo que cabe recordar es que, aunque si es un espacio de liberación y exploración sexual desde la invitación se deja claro que es un espacio de respeto así que todas las prácticas que estaban pasando se basaban en el consentimiento de los implicados.

Sentir la facilidad con la que el sexo se presentaba ante mí, quizá fue una de las experiencias más peculiares de la noche para alguien que puede demorarse una semana cuadrando un polvo con alguien en apps como Scruff u otras, ver que nada más a una estirada de mano tendría esa satisfacción sexual fue interesante.

Si bien, no quiero entrar en detalle de lo que vi o viví en este lugar porque parte del código de las fiestas fetiche como Rush, es que lo que pasa allí se queda allí y no como parte de morronguería, sino como de privacidad, para que el juicio de los que satanizan el sexo no permee las prácticas de aquellos que lo disfrutan.

QUE ME QUEDÓ

En medio de todo lo vivido, también reconocí personas con las que he interactuado en otros espacios que en el momento de saludarnos de mi parte o la suya, había una risita intermedia, como un silencio no pactado entre ellos y yo de no decir mucho, o de sorpresa por encontrarnos en este lugar, lo que me parecía curioso porque si estamos en un momento en donde estamos desaprendiendo tanto de nosotros ¿por qué seguimos viendo el disfrute de nuestra sexualidad como un pecado o algo secreto?

Quizá este viendo más allá de lo que pasó, pero haber asistido a esta fiesta me hizo pensar de la idea que tengo sobre la sexualidad y mi forma de vivirla, entendiendo que en el proceso de descubrirme y descubrir las cosas que me gustan, he encontrado una faceta de mí que no conocía, encontré casi una nueva persona y una fuente de autoestima diferente.

No estoy diciendo que ahora vaya a cualquier fiesta sexual que me propongan o que si usted leyó hasta aquí también lo deba hacer, pero sí que, si no lo ha hecho y tiene la oportunidad, podría estar descubriendo algo de usted que quizá desconoce.

La sexualidad es un espectro muy grande, de lo que somos, manteniéndola encerrada o limitada a lo que nos dijeron que estaba bien y estaba mal, nos negamos a realmente cuestionarnos quiénes somos y lo que de verdad nos gusta, disfrutamos o nos hace felices.

Si bien tuve una experiencia entretenida, también debo reconocer que la fiesta desde la forma en la que comunican sus requerimientos puede considerarse exclusiva para una parte de la comunidad, aunque también cabe recordar que la comunidad fetichista o cuero ha representado una parte importante de la historia del colectivo LGBTI+ durante toda la revolución de género y que los espacios no deberían estar limitados a nuestro género o nuestra apariencia sino a lo que disfrutamos y como vivimos nuestra sexualidad.

Definitivamente fue una experiencia enriquecedora, abre ojos e interesante, si me dijeran que asistiera a otra con seguridad lo consideraría.

Comi. XX


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