Es curioso, incluso nosotros los que trabajamos por tener los mismos derechos que cualquier persona, llegamos a toparnos con ciertas preguntas, dudas, cuando se trata de empezar a entrarle parejo a todo.

A mis 40 años de edad he asistido únicamente a 2 bodas gays y la más reciente fue ayer.

De entrada, el tema de “la boda” puede ser controversial para muchos, sin embargo, todos debemos tener derecho a decidir cómo queremos vivir nuestra vida, bajo qué condiciones y debajo de quién.

Dos amigos me invitaron ayer a su boda, dos #TONES (40-tones) que llevan ya 12 años de novios y decidieron refrescarse, darle un aire nuevo a la relación sólida que tienen y obviamente, comenzar a hacer uso de los derechos que por ley les corresponden.

Llegué tarde a la ceremonia porque había un tráfico de la chingada y como ellos mismos dijeron: “sólo a nosotros se nos ocurre casarnos en el puente más largo del año y el día de la pelea del siglo”. (Floyd Mayweather vs Manny Pacquiao). Obviamente lo acabo de googlear porque el box no es para nada mi tema y tampoco el de la mayoría de los invitados al evento, por obvias… Razones. Ja, ja. Pero bueno, llegué derrapando y entré al salón con cara de “hace horas que llegué”, vi a los novios y corrí tras de ellos sin darme cuenta que estaban apenas entrando al salón y caminaban rumbo al escenario que fungía como altar buga. Pocos olvidarán la conmovedora escena, porque además de verlos muy lindos entrando agarraditos de las manos, aparecí como el pajecito detrás levantándole la cola a los novios. ¿No, verdad? Se escuchó muy feo, o por lo menos, nada oportuno para la ocasión.

Comenzó la ceremonia, o más bien el ritual que ellos mismos prepararon cargado de un gran significado personal. Creo que con esto se responde una de las preguntas que muchos han de tener sobre lo que se dice en una boda gay. Algo que tenemos los chicos del arcoíris es que no seguimos a ciegas las tradiciones, nos las cuestionamos. Si no nos sentimos cómodos con ellas las desechamos de nuestras vidas y si hay algo que nos gusta, entonces las ajustamos a nuestras necesidades.

Las dos bodas gays a las que he asistido hasta el día de hoy han sido muy diferentes porque obviamente se casaron muy diferentes personas, pero lo que sí tuvieron ambas en común fue que cada pareja reflejó completamente su personalidad durante toda la celebración. ¡Eso me encanta! Me gusta la gente auténtica.

En este ritual hubo mucha poesía y canciones. Sí, los novios son intensos, son dos encantadores escritores y productores de teatro.

Hablaron sobre las personas más importantes de sus vidas y algunos amigos presentes también dijeron algunas palabras sobre la pareja. Uno de ellos, el buen Sebas se aventó la buena puntada de decir: “Amigos: es a la primera boda gay que asisto en mi vida y no tenía idea de cómo vestirme”.

Esa es otra pregunta de las que pueden surgir sobre una boda gay: ¿Cómo vestirse? La respuesta es: como tú te sientas bien y guapo. Hubo desde trajes, pajaritas (obvio estuvo lleno de pajaritas, pero me refiero a las corbatitas, a los moñitos) Ja, ja. Hubo quien usó jeans y también se vieron sacos largos, sombreros y vestidos (en esta ocasión por parte de las mujeres porque no vi a ninguna chica trans. Qué mal. ¿O quizás ni cuenta me di…?

Una boda entre TONES

Al terminar la parte emotiva, llegó el juez y les leyó la cartilla, les recordó todo a lo que por ley se estaban comprometiendo (exactamente a lo mismo que cualquier pareja heterosexual). El cuchicheo se escuchó por varios lados, para ser sinceros yo fui uno de los que se secretearon con el de al lado, y es que mi amigo me preguntó: ¿tú te casarías? A lo que respondí: sí, pero sólo en el caso de Nano y Roberto. Sólo si ya tengo una relación de mucho tiempo en la que los dos hayamos logrado sentar nuestras propias reglas y funcionemos cómodos y fluidamente con ellas. Sólo si el amor está basado en la convivencia, la amistad y la complicidad, no en la posesión, el ego ni el berrinche, que es lo que casi siempre predomina en los primeros años de cualquier relación, aún cuando ninguna de las dos partes lo reconoce. Pero el tiempo siempre da la razón, quien logra dar el salto a todo eso, creo que puede asumir un compromiso de vida, quien no, no creo que lo logre.

Y terminando el secreteo colectivo, la pregunta se hizo escuchar: ¿Hay entre los aquí presentes quien tenga alguna objeción o impedimento importante para que esta unión se celebre? Las caras de complicidad entre los invitados fueron una maravilla, pero obviamente se hizo un chascarrillo al respecto y todos nos reímos, aunque algunos del nervio. Los dos aceptaron, se besaron, hicieron sus chistes (jotearon) y comenzó la fiesta.

Y en esta fiesta hubo para mí un poco de todo… Reencuentros, nostalgias, nervio, cachondeo y ¡una gran grosería!

Les sigo contando en el próximo post de #TONES. Dejen que supere la grosería. Ja, ja.

***Escribo esta reseña de la boda con todo el cariño y agradecimiento a mis amigos Nano y Rob.

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