El universo queer todavía genera muchas dudas, incluso dentro de la comunidad LGBT. Es difícil saber el nivel de aceptación que tienen estas personas en los diferentes ambientes. Por eso la artista queer residente en Nueva York crea la décima instalación de su trabajo “FABRICATIONS”, donde resalta el trabajo de artistas queer en crecimiento en la Gran Manzana.

Junto con una parte de su trabajo, The HuffingtonPost publicó una entrevista con la artista que replicamos en egoCity.

¿Qué implica ser una artista y diseñadora de moda queer?

Antes de empezar a hacer ropa, era una bailarina, actriz, directora y escritora de teatro de tiempo completo en Amsterdam, de donde vengo. Cuando llegué a la ciudad de Nueva York en diciembre de 2011, decidí que quería hacer algo distinto y abrí una galería de arte con mi compañera y amante Alesia Exum: Strange Loop Gallery. Por dos años y medio estuvimos en el Lower East Side presentando artistas predominantemente queer en shows temáticos grupales.

Todo empezó cuando fui con Alesia a una exposición que quedaba al frente y vimos a mucha gente con vestimentas muy coloridas. Nos dijimos: “¿Quiénes son ellos? ¡Los queremos en nuestra galería!”. Organizamos una exhibición en la cual le pedimos a Shane Shane que nos diera los números de 12 personalidades de la vida nocturna que conociera, que les comprara cámaras desechables y que ellos mismo se documentaran con sus amigos mientras se arreglaban. Eso se volvió una exhibición. Se llamó “Electric Eclectic Beauties of the Glorious Nightlife”. Tuvimos fotos de Krys Fox, Hari Nef, Trey LaTrash y Leo Gugu, entre otros. Lloramos de emoción en la noche de apertura. Jordan Fox y Severely Mame llegaron con un montón de gente vestidos de forma hermosa. Esa fue la primera vez que conocimos a la diseñadora Domonique Echeverria y fue un momento mágico.

Me siento muy agradecida por esos años con la galería. Alesia los llama “un performance de dos años y medio”, y así fue como se sintió. Conocimos tanta gente tan maravillosa, muchos que después fueron los primeros clientes de mi marca de ropa y disfraces. La razón por la que cerramos la galería es porque los dos queríamos enfocarnos en hacer nuestros propio arte. Alesia es una fotógrafa profesional, y yo había empezado a experimentar con la ropa.

No tengo educación formal en moda o diseño de vestuario. Aprendí a coser en la mesa de trabajo de mi mamá entre los 4 y los 12 años. Ella hacía vestuario para teatro y me brindó una gran apreciación por todas las expresiones artísticas desde una corta edad. Todos los que me rodeaban mientras crecía eran artistas, así que parecía lógico que yo lo fuera también. Después de las artes escénicas, me aventuré en el diseño de vestuario. Por alguna razón no empecé a crear ropa desde cero hasta después de que falleció mi madre, hace unos dos años y medio. ¿Será que le temía a su ojo perfeccionista? ¡Quién sabe! Ahora es mi forma de tenerla conmigo todo el tiempo. Cuando no estoy segura de cómo hacer algo digo: “¡Muéstrame, mamá!”. Y ella me lleva a Google…

Describes tus diseños como “colaboraciones escénicas”, ¿a qué te refieres con esto?

Con una historia en teatro de casi dos décadas, casi que siento que me bajé del escenario para hacer espacio para las prendas. Ellas son mi guión, mi coreografía; listas y con la necesidad de que alguien las empersone y las use.

Cuando hago estudios fotográficos con Alesia, los artistas interpretan mis prendas en formas que yo no puedo prever. Ellos traen sus personalidades, más que cualquier modelo de una agencia, porque usualmente no les piden eso. Nuestros intérpretes tienden a hacer su propio maquillajes y a veces los dejamos combinar la ropa también.

También veo mi trabajo como parte de un performance, porque las mismas prendas no es muy comercial. Ellas cobran vida y se transforman con quien las use. Como una canción que necesita que la canten, o un texto que necesita que lo lean: ¡mis ropas necesitan ser interpretadas. Esto no significa que solo sirvan para un escenario, me gusta hablar de mis piezas como “glam de jour” o “daily glam”, así que se pueden usar hasta para ir a la tienda.

¿Mi filosofía? Verse tan glamuroso como sea posible sin caerse y quebrarse un tobillo.

Es que todavía me emociona cuando la gente va a mis eventos sorpresa o a mis estudios a probarse cosas: la misma prenda se puede transformar cuando la usa alguien diferente. Hago que mi ropa no tenga ni género o edad, ¡cualquiera se las puede poner! En definitiva hay un diálogo, una interpretación. Yo sé que eso se podría decir de cualquier prenda, pero me gusta hacer énfasis en eso.

¿Para usted qué signfica ser un diseñador queer? ¿Cómo se nutre de su identidad queer?

Como alguien que no se siente limitado a un solo rol genérico, hago que todas mis prendas fluyan en los géneros también. Ninguna es hecha específicamente para que se la ponga una persona masculina o femenina.

Tomo mucho de la época del glam rock, cuando los hombres usaban plataformas y vestidos de hombre. Sigo ese camino cuando voy por un camino más masculino en la ropa, como trajes de obreros. Parto de aquí y puedo cambiar la tela, exagerar cierto aspecto, agregar color, o intervenir de cualquier forma. Todos los resultados, de todos los caminos que he tomado, son una invitación a llenar esa identidad que la persona siente ese día.
Aunque pareciera que el arte es un campo con mucha aceptación por la gente queer, sin hablar de Amsterdam, no siempre me sentí cómoda aceptándolo públicamente. Básicamente tenía una doble vida: de noche era queer, y de día era solo una bailarina/artista heterosexual. Sentía que ser gay era algo privado y nunca lo hice mi trabajo. Lo que sí hice fue añadir temas queeer o relaciones del mismo sexo en mis trabajos sin hacer énfasis en ellas o mostrándolas como algo normal. Supongo que fue mi manera de decir: “Está bien ser gay, déjenme en paz”. Y así es como quisiera vivir mi vida. Yo sé que tenemos que marchar, enseñar y predicar para que las cosas cambian y nos acepten… Pero, bueno, a veces quisiera que no me identificaran como “la artista queer”, sino simplemente como “la artista”. “Una artista alta”, podría ser.

Pero todo esto se siente distintos en los Estados Unidos. La primera vez que viví aquí fue por un periodo breve en los 90 y fue donde me di cuenta que se puede ser artista y queer. Descubrí la importancia de “salir del closet”. Solo con mostrarle al resto del mundo que aquí estamos y que somos queer. Viniendo de una familia que al parecer no tiene otro miembro gay, siempre me sentí como una cabra solitaria en la cima de una montaña, que grita muy fuerte: “¡Ey! Aquí estoy, soy diferente pero somos iguales, ¿Cierto? ¿Cierto?”.

Para leer el resto de la entrevista, puedes ir al HuffingtonPost

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